La frase que da título a este apunte es una de las descacharrantes respuestas que hubo en el examen de comentario de texto de mis compañeros de clase en COU hace más de quince años (La bomba pucelana, tituló El País un artículo sobre aquel examen). Otras respuestas fueron más primarias, pero de aquel curso no hubo ni una persona que supiera que pucelana era el femenino de un gentilicio de Valladolid que no fuera aficionada al fútbol y supiera que el Valladolid es el equipo de pucela como el Espanyol y el Barça son de la ciudad condal.

Reconozco que mi primera información sobre la posible ruptura de Checoslovaquia fue cuando la un equipo de Bratislava desplegó en el Bernabéu una pancarta en la que ponía “Freedom for Slovakia“. De paso, cuando se produjo la división del país ya sabía el nombre de la capital de Eslovaquia.

Estas anécdotas no tienen más interés que señalar que ese Mundial que ocupa los telediarios y hace que estos días no haya ni noticias de sucesos podría suponer una fuente de conocimiento divertido para mucha gente. Por ejemplo podría haber habido reportajes sobre Sudáfrica, su historia, dar a conocer la apasionante superación de un régimen como el Apartheid y la vida de Mandela, la contradicción de que hace apenas un par de décadas fuera considerado terrorista, el modelo de pacificación aparentemente imposible que se consiguió… Los partidos de España podrían haber servido para que nos enterásemos de cómo los bancos suizos amparan el saqueo de capitales de las fortunas españolas que ahora nos piden ajustes, para recordar el golpe de Estado de Honduras en su primer y olvidado aniversario, la historia del derrocamiento del socialismo impolutamente democrático en Chile por el golpismo militar y cómo hay de nuevo un gobierno pinochetista en Santiago. Hoy juega la roja contra Portugal y habría sido una buena excusa para comparar dos modelos de final de una dictadura: el nuestro, ejemplar, anunciado por Arias Navarro o el que señaló el Grândola, vila morena.

Nada de eso ha ocurrido. Es más importante saber qué relación afectiva existe entre una reportera y un futbolista, porque el fútbol se ha utilizado como instrumento de distracción masiva que facilite no mirar problemas profundos y duros como los que vivimos durante el Mundial: cada minuto que se habla de fútbol sólo está sirviendo para no tener que hablar de crisis, de recortes, de huelgas…

No es el fútbol lo que es el opio del pueblo. Son los medios de comunicación los que lo toman como instrumento para desviar la mirada pudiendo ser un ingenio para introducir cierto conocimiento. Singularmente los medios públicos podrían haber puesto algún empeño en ejercer de servicio público y hacer del Mundial un instrumento para que mucha gente aprendiera cosas con la excusa del divertimento. Pero la mejor forma de fabricar idiotas (etimológicamente: seres aislados) es hacer del conocimiento un muermo y del entretenimiento una imbecilidad. El poder lo convierte todo en opio.

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