No sabemos cuánto va a durar, pero el pasado 6 de mayo comenzó una suerte de contrarrevolución que está pasando por encima de nosotros a toda velocidad sin que nadie tenga muy claro cómo parar el rodillo con el que nos quieren aplastar.

El 6 de marzo se produjo una gran caída de la Bolsa. Se recuperó el lunes y luego ha tendido a bajar: hoy está por debajo de aquel 6 de marzo. Pero eso da igual: la caída de la bolsa fue una excusa, un pistoletazo de salida para esta ofensiva cuyos pilares intelectuales son neoliberales, pero que va mucho más allá y con más velocidad de la que el neoliberalismo nunca habría soñado. Otros datos económicos más relevantes han sido en estas mismas semanas levemente positivos (fin de la recesión, repunte del empleo), pero no estamos ante una ofensiva que dependa de la estadística sino de la correlación de fuerzas.

En un mes el gobierno español se ha cargado de la mano del poder financiero y la gran patronal el convenio colectivo de los trabajadores públicos, el poder adquisitivo de las pensiones, la capacidad inversora del sector público e incluso la ayuda al desarrollo. Y ha anunciado una reforma laboral por decreto el día antes de ir a rendir cuentas a Bruselas. La excusa (es lo que mandan los mercados, es lo que manda la UE) es equivalente a la de un conductor que se comiera una curva y pusiera de excusa que tiene las manos atadas: oiga, pues no conduzca y que se ponga al volante la gente que no quiera tener las manos atadas; ¡no, el copiloto no, que se quiere empotrar contra la misma curva a mayor velocidad!

Mientras nos suicidan en España, en Alemania la potencia europea que se ha ido nuetriendo de su superioridad seudocolonial sobre el resto de países, se produce un ingente recorte de lo público y en Hungría  se aprueba un sistema fiscal que no sucedería ni en los sueños lujuriosos tras un revolcón entre Margaret Tatcher y Milton Friedman: tipo único fiscal independientemente de la renta, a ver qué cara se te queda y esperemos que Zapatero no se entere, que no anda fresco de ideas.

No hay nadie que piense que esta contrarrevolución se limite a unas pocas medidas de ajuste que terminen antes del verano. Lo que estamos viviendo a toda velocidad es un cambio de modelo económico y también político. Hasta ahora unos pocos raros decíamos que la democracia que teníamos era superficial y que nuestros gobiernos obedecían sumisamente a poderes a quienes cedían las decisiones importantes. Hoy son los gobiernos quienes se justifican afirmando que ellos no pintan nada en esto, que no se meten en política y que aquí lo importante es generar confianza en los mercados (V. hacer lo que deseen las grandes fortunas).

La Libertad guiando al puebloEl nacimiento del neoliberalismo fue muchísimo más lento que los cambios que estamos viviendo. Quizás porque se venía de la socialdemocracia. Sin duda porque había una respuesta organizada mucho más fuerte o al menos más temible. Decía que la ofensiva no se debe a razones estadísticas, sino a la correlación de fuerzas en sociedades civiles desestructuradas y con izquierdas frágiles. Hoy no cabe más que ver quiénes apoyan las políticas de los gobiernos de Europa y quiénes están dispuestas a combatirlas. Ése es el eje divisor en este momento. A este lado del eje está desde la extrema izquierda a quienes todavía militen en el PSOE pero que se opongan a la rendición del gobierno y estén dispuestas  a formar un frente de oposición a esas políticas. En el otro quienes apoyan o colaboran con la apisonadora.

La movilización de ayer fue una primera e importante puesta a punto del motor. Pero el motor no debe parar, ni aunque el gobierno detuviera su reforma laboral (que no lo hará). Nos han pillado con los brazos caídos y por eso nos sacuden a placer.  Que no nos vuelvan a pillar con los brazos caídos o recibiremos golpes cada vez más contundentes.

Estamos viendo Historia y no podemos responder como si estuviéramos viendo Salsa Rosa.

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