Si todo sucede como se prevé, hoy se aprobará el tijeretazo a sueldos, pensiones. ayuda al desarrollo e inversiones anunciado por Zapatero hace una semana. La medida más de derechas que haya adoptado un gobierno de Zapatero no va contará con el apoyo de los partidos de derechas: buena parte de esa derecha votará en contraa; los partidos menos escrupulosos se abstendrán. La izquierda, obviamente, votará en contra. Uno o dos votos (por lo visto un diputado del PP está enfermo) tiene el PSOE a su favor si todos los diputados votan de acuerdo con el número de deditos que levante su jefe de filas.

En 1985 los números no eran tan ajustados. El PSOE tenía una mayoría absoluta holgadísima. Con ella introdujo una reforma de las pensiones que fue respondida por CC.OO. con una huelga general, la primera con la Constitución de 1978. En el grupo parlamentario socialista estaba Nicolás Redondo. Éste rompió la disciplina de voto y se opuso a tal reforma de las pensiones.

En estas últimas semanas a uno le llegan mensajes de grupos organizados dentro del PSOE que se oponen a la inmersión de derechas en la crisis que plantea el gobierno. Algunos de esos mensajes son firmados con siglas conocidas; otros apelan a la bondad de disentir en el PSOE. No tengo demasiadas esperanzas en que tales mensajes vayan más allá de una pataleta sin mayores consecuencias. Si un par de diputados del PSOE emulasen al Nicolás Redondo de 1985 y decidiesen que a ellos no les han elegido para  respaldar políticas tan de derechas, los pensionistas y los trabajadores de la función pública, entre otros muchos, tendrían bastante que agradecerles.

Incluso el PSOE tendría bastante que agradecerles. La votación de hoy muestra que hacia la derecha la gobernabilidad es imposible, porque el PP no sólo quiere que se apliquen sus políticas, sino también llevarse el Scatergoris. Si con una medida tan de derechas sólo aspiran a ganar por un voto, la deserción de un puñado de diputados del PSOE tal vez forzara al gobierno a buscar propuestas de izquierdas para salir de la crisis, aunque sólo sea porque son las únicas que permitirían una aritmética parlamentaria gestionable. Y si se produjese tal giro, los votantes del PSOE tal vez pensaran que su voto está siendo respetado y las encuestas podrían cambiar.

Este cuento de la lechera tampoco terminará con la lechera forrada. Es demasiado lo que se juega individualmente un diputado y tácticamente su partido como para que anden pensando en los derechos de los trabajadores o en los deseos de los votantes. Y en caso de producirse una derrota del gobierno, hoy es descartable que un Zapatero entregado a los mercados optase por un giro a la izquierda. Como no se pinche la rueda de un par de coches oficiales hoy el Congreso dará oficialmente la bienvenida a la derecha para un puñado de años.

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