¿Os acordáis de la huelga de hambre (y sed) de Guillermo Fariñas? La comenzó el 24 de febrero de este año: hace casi tres meses, unas doce semanas, ochenta y cinco días, si no me salen mal las cuentas. Aproximadamente el cuádruple del límite que soporta habitualmente el cuerpo humano (aunque existen casos límites como algún corpulento preso del IRA que llegó a los 73 días y murió) sin comer ni morir. Veintiocho veces lo que aguanta un ser humano sin beber ni morir.

Hasta hace unas semanas Guillermo Fariñas era noticia en todos los periódicos, informativos televisivos o radiofónicos: su muerte era inminente y él iba a por todas. No estaban muy claros sus objetivos, pero sí estuvimos al tanto de su decisión de morir si no los conseguía. Le entrevistaban en directo en todas las cadenas en un truco del régimen por simular que tenía una libertad de expresión impropia de un disidente en una dictadura.

Y de repente el silencio. Si uno busca en google el abandono de la huelga de hambre de Fariñas, no obtiene nada. Si nos creyéramos que los medios de comunicación estaban informando de la huelga de hambre y el estado de salud de Fariñas, tendríamos que suponer una insensibilidad brutal frente a quien hoy debe de estar al borde de la muerte (si no muerto desde hace semanas) y que ya se les ha olvidado; pues si termina una huelga de hambre tan importante como para ocupar todos los espacios informativos, la prensa debería conceder una gran importancia al asunto. Si el huelguista abandona la huelga (algo humanamente más que comprensible) y no lo anuncia, esa prensa a la que tanto le interesaba el asunto debería haber investigado para al menos informar a sus lectores del desenlace de la noticia del año. Según la Wikipedia, Guillermo Fariñas nació en 1962 y no parece que haya muerto; comenzó la huelga de hambre en febrero de 2010 y no parece que la haya abandonado.

El silencio es prueba de que los medios no informaron, sino que fueron correa de transmisión de una propaganda política sin ningún tipo de filtro periodístico. No ofrecieron información para que los lectores, oyentes y espectadores inteligentes (porque seguro que los consideran iteligentes) se hicieran una idea razonable y elaboraran autónomamente su posición, sino que tomaron a estos por incapaces y transmitieron sólo las comunicaciones que interesaban a una versión y durante el tiempo que conviniera a esa versión. Cuando tocó dejar de informar, decretaron el silencio confiando en que el olvido no pusiera en cuestión lo contado hasta entonces. El periodismo consistió en la mera transcripción acrítica de consignas.

Con ello han fortalecido la trinchera de quienes se oponen en todos sus extremos a la Revolución cubana: cualquier información que alimente (con perdón en este caso) su fobia es bien digerida. Pero la obscenidad con la que se disfraza de información la mera propaganda de guerra hace que quienes estaríamos dispuestos a criticar los errores y las carencias democráticas cubanas (o de cualquier otro país, especialmente si lo sentimos cercano) rechacemos frontalmente ejercer de títeres y dejarnos llevar por el viento. Para intentar defender las ideas propias lo primero es resistirse a la colonización del pensamiento. La pornografía informativa en vez de convencer a muchos nos hace sentirnos menos críticos con los errores que consideremos que comete el gobierno cubano: si se miente descaradamente y se oculta información en cosas que cualquier ser racional puede descubrir, qué no nos estarán colando por otras vías. No pretendo ser ejemplo de nada, pero mi simpatía por la Revolución cubana ha aumentado bastante en estos últimos meses de alta intensidad propagandística y manipulativa.

Si lo que querían era aumentar la distancia de la Revolución de quienes echamos de menos cambios imprescindibles para que Cuba pueda presumir de un socialismo asentado en el pueblo, han hecho un pan como unas hostias. Si sólo informaran, quienes apreciamos por encima de todo la autonomía de nuestro pensamiento no tendríamos problema en hacer las críticas que consideremos (como algunos hemos hecho reiteradamente). Pero seguramente no querían convencer a nadie de que Cuba tenga que hacer reformas democráticas, sino que hay que demonizar a todo el sistema porque lo que se quiere no es su democratización, sino su demolición para hacerse un chalecito, una colonia, una Grecia caribeña.

Si te ha gustado, ¡compártelo!:

Twitter
Facebook
del.icio.us
Bitacoras.com
Technorati
Meneame
RSS
Print this article!
Turn this article into a PDF!