Ayer se produjeron dos interesantes declaraciones con motivo de la cumbre de los pueblos que se ha celebrado en Madrid estos días.

La primera fue de Olivier Besancenot, líder del NPA francés, que afirmó que “es necesario avanzar hacia una jornada de huelga general europea. Debemos construir un polo anticapitalista europeo opuesto a la Europa del capital.” Y lleva toda la razón. Por supuesto son necesarias respuestas locales a agresiones locales. Pero hoy eso es insuficiente. La agresión que recibieron primero los griegos y las que después nos ha caído en gracia a los españoles y portugueses (junto con las que caerán en próximas semanas) colocan a nuestros gobiernos nacionales como meros títeres culpables. Ayer resultaba patético ver a la ministra de Economía española recibir alegre el aprobado de Juncker (presidente no electo de un Eurogrupo cuya legitimidad democrática está inédita): Salgado declaró que no creía que la Unión Europea pidiera más sangre, pero en ningún momento insinuó que si se la pidieran el gobierno español fuera a defender a los españoles. Hoy hace falta un polo de izquierdas (político y sindical) que nos defienda de ataques como éstos y se plantee firmemente una construcción europea democrática, social y que dé alternativa al agonizante neoliberalismo. Y una huelga general europea posiblemente hoy no sería un éxito por falta de tejido sindical previo, pero sería muy justa y permitiría un primer paso sobre el que ir construyendo ese polo sindical europeo mientras las izquierdas políticas verían la necesidad de fortalecer los referentes europeos como su auténtico fortín unitario. Lleva razón Besancenot y no estaría mal ponerse a ello con urgencia.

La otra declaración importante en un sentido parecido la hizo Temir Porras, ministro para Europa de Venezuela, en el encuentro de gobiernos de izquierda y movimientos sociales que se celebró ayer en San Fernando de Henares. Vino a decir que para los gobiernos bolivarianos resulta necesario que en Europa también se constituya una alternativa democrática y popular al neoliberalismo y que en las izquierdas latino-americanas causa un enorme sufrimiento ver a las izquierdas europeas divididas. Es un reproche que también lanzaron nuestros movimientos sociales en el pasado Foro Social Mundial en Madrid, pero que con el ciclo de ofensivas del neoliberalismo más duro que estamos viviendo resulta especialmente sangrante: no tenemos derecho en la situación actual a jugar a las casitas y situar el eje del conflicto entre unas izquierdas y otras (o en el seno de una misma izquierda) mientras las derechas más duras, las más tibias y las hasta ayer izquierdas blanditas tejen una alianza para atizarnos sin piedad.

En los últimos veinte años la izquierda nunca tuvo una urgencia como la actual por estar a la altura de la Historia. Sería imperdonable otro fracaso más, otro triunfo de la mezquindad y la miopía.

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