Un gobierno convoca un referendum para conocer la opinión de su ciudadanía y ejecutarla, no para que la ciudadanía ratifique la opinión del gobierno como corderitos siguiendo a su pastor. Gobernantes como Jordi Hereu son los que devalúan el instrumento democrático que supone el referendum. Ha destituido a su teniente de alcalde porque la ciudadanía a la que le ha interesado el referendum (un 12%, que no está mal siendo un tema urbanístico que no nace de debates ciudadanos sino de una propuesta cerrada de la élite política) ha optado mayoritariamente por no tocar la Diagonal. La oposición, CiU y PP, piden más sangre: la dimisión de Hereu por haber perdido el referendum.

Hereu (y la oposición) deberían felicitarse: si hubieran hecho lo de siempre (hacer la obra independientemente del deseo de la ciudadanía) se habrían gastado una pasta en contra del deseo de los dueños de la pasta (la ciudadanía). Puede que los votantes se hayan equivocado pero son quienes tienen legitimidad para equivocarse. El Ayuntamiento se ahorra un dinero y no sólo no va a molestar por ello a su ciudadanía, sino que ahorra obedeciéndola.

Pero lejos de felicitarse por haber dispuesto el instrumento para que la ciudadanía impida que el gobierno municipal gaste su dinero en algo que no les merece la pena (debería presumir por haber sido prudente y demócrata), ha dado una rueda de prensa anunciando que el referendum ha sido un fracaso y que su responsable deja la tenencia de alcaldía.

Soy un firme defensor del referendum, pero no como instrumento de fortalecimiento de las élites políticas, sino como método de control popular del gobierno (democracia, vaya) para que esas élites políticas sean cada vez más ejecutantes de la voluntad popular. El referendum no es el único instrumento de una democracia menos representativa y más directa (más democrática). También existen mecanismos de participación vinculantes, que son los que deberían haber llevado a otras opciones A y B que habrían interesado más a la gente de Barcelona.

Pero Hereu no quería un pueblo más fuerte, sino que el pueblo respaldase más a su gobierno: quería un gobierno más fuerte. Y además le parece lo natural y por eso destituyó a su teniente de alcalde nada más dar a conocer el resultado del referendum. Como cuando Felipe González amenazó con dimitir si la ciudadanía española se negaba a formar parte de la OTAN. O como cuando se pone en marcha un referendum sobre la Constitución Europea y se niega el debate en igualdad y se pone en marcha una campaña pública a favor del sí: no se hizo para que la ciudadanía decidiera, sino para que la ciudadanía se resignara a respaldar un proyecto que se hacía al margen de ella.

Un instrumento legítimo y democratizador puede convertirse en un instrumento autoritario si sólo se usa para fortalecer al poder. Aún así, aunque esa sea la voluntad, Hereu merece esa respuesta: no ha puesto en marcha una mayor democracia, pero al menos su intento cosmético le ha salido por la culata. Hacerse el demócrata tiene el riesgo de que a veces una parte del demos hace como que te toma en serio.

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