Remedios García Albert es una activista por los derechos humanos española: esos a los que el presidente saliente de Colombia, Álvaro Uribe, llama “politiqueros al servicio del terrorismo que cobardemente se agitan en la bandera de los derechos humanos”. Esos politiqueros son, por ejemplo, quienes denuncian la mayor fosa común que nunca haya habido en toda América Latina, quienes denuncian los falsos positivos que fomentan la existencia de mercenarios criminales. Son quienes buscan una solución pacífica y dialogada al conflicto colombiano: a los criminales no les gusta la paz, así que el gobierno colombiano identifica a los pacifistas con la guerrilla.

En 2008 el ejército colombiano dio una nueva muestra de su defensa de la legalidad y los derechos humanos. Sus aviones traspasaron la frontera colombiana, sobrevolaron Ecuador y bombardearon a unas cuantas personas (como los GAL, pero a lo bestia). Entre ellas, Raúl Reyes (el de la izquierda en la foto), quien había sido uno de los interlocutores de las FARC en las negociaciones intentadas bajo el gobierno de Pastrana. Esas bombas consiguieron muchas muertes, pero dejaron intacto un ordenador. Relativamente intacto: sólo el Reino de España considera probatorio su contenido, pues en el resto del mundo (incluida Colombia) se atiende el informe de Interpol según el cual el ejército colombiano pudo haber manipulado su contenido.

Un día la prensa española nos sorprendió anunciando la detención de la responsable en España de las FARC. Se trataba de Remedios García Albert: en el ordenador de Raúl Reyes había aparecido el mail de Remedios. Con la detención de Remedios corrió el pánico entre activistas por los derechos humanos en España: “Si han detenido a Reme, no hay ninguna razón para que no me detengan a mí“, comentaba (y sigue comentando) mucha gente, culpable de denunciar abusos y fomentar la paz y la justicia.

El proceso contra Remedios se encuentra paralizado. Tras los primeros titulares en esa prensa complaciente (ora con el cierre de Egunkaria ora con la detención de Remedios) el caso está en el limbo de los instructores: nadie quiere hacer el ridículo siguiendo con un caso inexistente ni reconocer el catastrófico error archivando el bulo. Mientras, a Remedios le han jodido la vida, porque cuando una es detenida por terrorista y su foto aparece en todos los periódicos y telediarios es probable que le despidan del trabajo; y sin trabajo es probable que no pueda una pagar el alquiler y se quede en la calle a merced de que alguien le facilite solidariamente algún cobijo.

Por eso hoy hay un acto en el que trataremos de arropar a Remedios y, por qué no, recaudar unos pocos euros que le permitan salir adelante con algo menos de dificultad. Es a las 20h en la sala Clamores (c/ Alburquerque 14, metro Bilbao, Madrid).

No puedo evitar contar una curiosidad que muestra la diferencia moral entre los fabricantes de entornos y los defensores de los derechos humanos. El juez que destrozó la vida de Remedios colocándola injustamente en el ojo del huracán fue Baltasar Garzón. Pues bien, el primer día de la concentración permanente contra la impunidad del franquismo allí estuvo Remedios: porque ella sí tiene claro que se puede rechazar que procesen a nadie por investigar crímenes sin por ello ser un fan del procesado; como se puede buscar una salida negociada a un conflicto en el que participa una guerrilla sin formar parte de la guerrilla. Los fanáticos, los maniqueos, no pueden entenderlo y nos lo quieren hacer pagar.

Más sobre el acto en Cuando murió el vino y sobre todo el caso en la web de la plataforma de apoyo a Remedios.

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