Durante la manifestación del sábado en Madrid se escucharon varios gritos contra el fascismo (“fuera el fascismo de la judicatura”), por la República (“No hay dos sin tres, República otra vez”), contra Esperanza Aguirre (“Esperanza dimisión” por haber calificado de aquelarre de carcamales resentidos a las movilizaciones contra los genocidas), contra la impunidad de los crímenes fascistas (“el genocidio no prescribe“)… algún amigo escuchó por otro lado algún grito que decía “Garzón amigo, el pueblo está contigo“; yo no lo pude oír. Hubo miles de pancartas con imágenes de asesinados por el régimen franquista, cientos de banderas republicanas y miles de pancartas con distintos lemas. Uno que me llamó mucho la atención: “Transición= corrupción + impunidad + ladrillazo“.

La mayoría de los medios han insistido en presentar las movilizaciones como actos de apoyo a Garzón y por supuesto que hay un apoyo a la investigación que abrió contra el franquismo y un enorme rechazo a las represalias que ello le está conllevando. Pero cualquiera que fuera a la manifestación vio que no era una manifestación de fans de Garzón (como tituló El Mundo en portada), sino algo mucho más profundo. Lo que se está moviendo es un hartazgo popular que ha prendido con la enésima humillación y en el que converge la ira por el colapso político que nos impide vivir mejor y con más dignidad (no sólo moral, sino también política y económica).

Es comprensible el nerviosismo de la derecha y del Gobierno. Los españoles hemos asumido durante demasiado tiempo que en aras de evitar la crispación valía la pena renunciar a todo, llegar a acuerdos con criminales para que no se les juzgue, se mantengan buena parte de ellos en el poder y pasen a formar parte del santoral democrático. Es el mismo espíritu que nos lleva a tragarnos acuerdos laborales infumables porque el principal valor es la paz social. No hay que crispar, no hay que abrir heridas, así que sigamos tragando. Hasta aquí.

La manifestación del sábado daba la sensación de ser la más nutrida de la izquierda desde las manifestaciones contra la guerra. Pero esta vez no sólo hay una reacción contra decisiones del gobierno. El ruido de fondo es muy profundo. Como decía Ferreras, por aquí se está empezando. La única dificultad es canalizar ahora todo este movimiento para que no termine en la movilización del pasado sábado. Uno de los gritos que se coreó, por inercia, fue el No pasarán: el problema es que desde que pasaron no se han ido. De lo que se trata es de que por fin pasemos nosotros.

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NOTA: Ayer llegué a Berlín, donde pasaré toda la semana. Tendré el blog bastante desatendido, aunque espero escribir algunas cosas, especialmente sobre manipulaciones de la historia de la República y el fascismo. Espero que podáis sobrellevarlo.

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