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Vaya por delante que no tengo ni idea de a qué se refería Evo Morales con las desviaciones en nuestro ser como hombres de los hombres que se alimentan con transgénicos por el exceso de hormonas femeninas. Cabe interpretar que se refiera a los hombres homosexuales, pues, de hecho, aquí los homófobos se refieren a los homosexuales como desviados. Cabe, especialmente por el contexto, pensar que quiso decir sólo  lo que dijo: que una excesiva ingesta de hormonas femininas distorsiona el cuerpo de quien las toma tanto como las hormonas masculinas perturbaron la fisionomía de muchas mujeres deportistas de élite de la RDA (“las deportistas de la RDA fueron hormonadas y sufrieron desviaciones en su ser como mujeres” es una frase que yo no firmaría, porque no sé en qué consiste el ser de nadie como nada, pero que no parecería un disparate homófobo; más bien desde la corrección de un licenciado habría que denunciar la aberración de hormonar sin fines médicos aceptados por el paciente a nadie).

No tengo ni idea de qué consecuencias biológicass supone la ingesta de transgénicos, aunque tengo bastante claro que en Europa siempre ha habido calvos y sospecho que no hay base empírica para asegurar que se esté incrementando la alopecia y menos cuál sea la causa. Está claro que la declaración seudocientífica de Evo Morales carecía de toda solidez (parecía un ministro de economía europeo hablando de las consecuencias de la subida de los sueldos), mientras que la declaración política es absolutamente reivindicable.

Ha habido dos clases de críticas (casi siempre unidas) a la parte del discurso seudocientífica (el discurso político no ha sido ridiculizado, si no escondido).

La primera, más racional aunque basada en el prejuicio de interpretar que la desviación es necesariamente la homosexualidad: la comparación (“Si esto lo llega a decir Ana Botella…) apoyada en la interpretación homófoba de la frase. Aquí la respuesta es fácil. Si Evo Morales llevara a cabo una discriminación por orientación sexual, la izquierda europea actual le daría la espalda en ese punto como se la ha dado a Daniel Ortega en su prohibición vaticana del aborto en todos los supuestos. Ocurre que lo que ha hecho Evo Morales es introducir en la Constitución boliviana el siguiente artículo:

Artículo 14, Inciso II.

«El Estado prohíbe y sanciona toda forma de discriminación fundada en razón de sexo, color, edad, orientación sexual, identidad de género, origen, cultura, nacionalidad, ciudadanía, idioma, credo religioso, ideología, filiación política o filosófica, estado civil, condición económica o social, tipo de ocupación, grado de instrucción, discapacidad, embarazo, u otras que tengan por objetivo o resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad, de los derechos de toda persona».

La ausencia de un artículo como este en la Constitución Española es lo que permite a quienes piensan que la homosexualidad es una desviación tener un recurso en el Tribunal Constitucional español contra el fin de la discriminación por orientación sexual en el Código Civil. Si Ana Botella promoviera una legislación como la de arriba, las peras y las manzanas se volverían de lo más digestivas. Y es precisamente la existencia de ese artículo promovida bajo el gobierno de Evo Morales la que hace más probable la interpretación no homófoba de la frase de Evo Morales. Es raro que un homófobo promueva el único artículo constitucional antihomófobo que conozco en el mundo.

La otra vía de crítica ha sido directamente la mofa. Tonto, imbécil… Es la segunda horneada de aquellos discursos sobre el jersey, esa ridiculización del paleto que tanto gusta al señorito de derechas. En América Latina durante décadas los gobernantes se educaban en Harvard, vestían con trajes correctísimos, tenían una tez paliducha y nunca metían la pata en sus declaraciones. Metían la mano en la bolsa, eso sí y la entregaban en casa del señorito, pero eran de una corrección académica y estética exquisita: Uribe es uno de los pocos ejemplos vigentes, estudió en Harvard y cava las fosas comunes con una educación impropia de sudacas.

Una parte no menor de los procesos democráticos de América Latina es la llegada al poder de indígenas que vienen de abajo, de cocaleros, de brutos de piel oscura como mi tocayo (aunque yo soy mucho más Hugo que él), para los que reservamos divertidos apelativos racistas. Según leo, Evo Morales no tiene especiales estudios y los que realizó eran compatibilizados con trabajos de ladrillero, de panadero y de trompetero. Otros sí han podido estudiar, pero Evo Morales es un caso insólito de llegada al poder político desde el subsuelo social. En esas circunstancias, una metedura de pata por falta de formación de Evo Morales no sólo es disculpable, sino que resalta lo admirable del proceso boliviano y del propio Evo Morales. Cada vez que Evo Morales muestre su falta de formación estará señalando las conquistas de un proceso que combate el clasismo de quienes se mofan de él.

Si yo fuera pobre y homosexual preferiría ser gobernado por Evo Morales. Y de quien me mofaría, siempre y sin piedad, es de esos etnocéntricos que miden por un rasero de Universidad Pontificia a todo el mundo: eso sí que es una paletada imperdonable. Sólo de ésos se puede hacer chistes de paletos que no hiedan a derecha podrida.

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