Hasta ayer, la crisis se había llevado por delante a los post-socialdemócratas. Era algo que sólo se había roto de forma relevante en Estados Unidos donde el desastre causado por George Bush y sus cómplices llevó a la Casa Blanca a Obama. Pero ayer Sarkozy se pegó un batacazo sorprendentemente uniforme. Y fue a manos de los post-socialdemócratas apoyados por las opciones de izquierdas.  Y la interpretación cambia: quienes se están llevando un batacazo son los gobiernos, sean los que sean. El recién llegado Obama ha perdido popularidad a un ritmo vertiginoso. Antes que el gobierno que vigente, la ciudadanía prefiere entregarse a sujetos como Berlusconi, a disparates como el PP o a partidos que estaban a las puertas de su propio funeral como el PSF.

No estamos ante una crisis de datos. Con ser dramática, lo histórico no es la enorme subida del paro, la aparición de la recesión, la deflación ni que la supuesta recuperación no haya sido más que un circunstancial parón en la recesión alemana. La crisis en la que estamos supondrá un profundo cambio económico, político, social y cultural y Francia demostró ayer que ni mucho menos está garantizado qué opciones saldrán fortalecidas de esta crisis. Hasta ayer parecía evidente que los neoliberales habían convencido de que no iba con ellos el derrumbe del neoliberalismo. Desde ayer más bien parece que la crisis arrasa con todos los gobiernos, sean del color que sean.

Lo llamativo (y también dramático) es que en medio del derrumbe de un modelo no se está resquebrajando significativamente el binomio que lo gestionó convencido durante treinta años: allí donde gobernaba la post-socialdemocracia, cae y gobiernan los conservadores; donde gobiernan los conservadores, caen a manos de los post-socialdemócratas. No hay una percepción de crisis del modelo sino de mala gestión del mismo y se sustituye a los gobiernos a los que les ha caído en suerte la crisis por el otro partido del binomio. Eso ya sucedió en otras crisis que supusieron un cambio de modelo sin que nos enteráramos.

La izquierda alternativa, aquella única opción que llevaba años pronosticando que el neoliberalismo era insostenible, no ha sido capaz de presentar una alternativa creíble ni siquiera de hacer visible el fracaso del neoliberalismo. En Francia, los resultados de la izquierda alternativa en su conjunto no han sido malos, pero en las actuales circunstancias el Frente de Izquierdas y el NPA tendrían que ser una temible amenaza. Lo mismo ocurre con IU en España. Die Linke en Alemania es una incógnita una vez retirado Lafontaine. En otros países, como Grecia y Portugal, sí hay un importante repunte de la izquierda, pero no parece que los cimientos europeos tiemblen ante el avance de una alternativa social al derrumbe neoliberal.

Mientras combatimos la crisis, quizás sea hora de reforzar las alianzas no sólo a nivel interno, que también, sino fundamentalmente a nivel europeo (y mundial, pero eso es otro asunto). La crisis es global pero no está siendo percibida como tal: en cada país se pasa factura al gobernante local como si fuera sólo su gestión la causante del desastre. Posiblemente sea el momento de dar un paso al frente y hacer visible la unidad de la izquierda real europea, de que los dos o tres partidos de izquierda europeos dignos de tal nombre intenten dar una respuesta global a una crisis global y hagan ver que constituyen la única alternativa unitaria al fracaso de los profetas del crecimiento eterno y de una UE al servicio del neoliberalismo.

Como en las anteriores crisis de parecida envergadura, ésta traerá cambios de todo tipo. La crisis del 29 puso a Europa a los pies del fascismo hasta la Guerra Mundial; la de los años 70 enterró a la socialdemocracia y trajo el neoliberalismo que nos ha castigado durante 30 años. Hasta ayer parecía que de la crisis actual saldríamos de nuevo de la mano de las fuerzas más reaccionarias. El resultado de Francia muestra que todavía no está decidido quién marcará el paso de los próximos años: sólo sabemos que la ciudadanía muestra su convulsión y su rechazo a los gobernantes concretos que haya. La izquierda está a tiempo de cambiar de estrategia para que el rechazo no sea sólo a los gobernantes, sino también al modelo que esos gobernantes han gestionado.

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