Cuando estudiaba Filosofía escogía todas las optativas de la rama de lógica que podía. No existía una especialidad como tal en la Licenciatura, pero de haberla habido la mía habría sido la de Lógica, Filosofía del Lenguaje y de la Ciencia, puesto que estudié todas las asignaturas de esa rama que se ofrecían. Hoy eso me hace entender algunas cosas, y seguro que hay quien lo entiende todo al leer lo que cuenta Odifreddi, de la mano de John Nash, en su Elogio de la impertinencia (del que tanto he hablado aquí, porque no tiene desperdicio):

Se podría imaginar que los lógicos no ofrecen motivos particularmente suculentos [para una novela]. Pero es incluso John Nash, premio Nobel de economía en 1994, al que  está dedicada la película Una mente maravillosa, quien testimonia que no es así. Cuando lo conocí en 2003 en Princeton se lo pregunté, creyendo que me dirigía a un doble experto en la materia: qué relaciones había entre las matemáticas y la locura. Él se escabulló, respondiendo cándidamente que no son las matemáticas las que desquician a la gente, ¡sino la lógica! Primero creí que me estaba tomando el pelo, puesto que sabía con quién me las veía, pero luego descubrí que lo pensaba de verdad, y que ya lo habá declarado oficialmente en el Congreso Internacional de Psiquiatría de Madrid, en 1996.

¿Veis? Todo tiene una explicación.

Por cierto, ¿alguien sabe cómo conseguir lo que dijo Nash en aquel Congreso?

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