Como Obama es bueno, se puede permitir ciertas licencias. Ayer hizo un anuncio que suena bien: la intervención pública en la banca sin que sea para sregalarle nada sino para limitar su capacidad de hacer daño y de concentrar poder en pocas manos. Dice que prohibirá algunas operaciones arriesgadas y, sobre todo, limitará el crecimiento de los bancos evitando que ninguno de ellos supere una cuota de mercado (por especificar).

La idea que hay detrás es profundamente liberal: Si se limitan los riesgos que puede correr cada banco y el peso que pueden alcanzar individualmente en la economía, en la próxima crisis (que no tiene por qué ser lejana) o en los próximos coletazos de ésta el Estado podría abstenerse de socorrer a tal o cual banco. El sistema estará más seguro y será menos dependiente del socorro público.

No es eso lo importante sino que en el reino del capitalismo aparece por primera vez un discurso que se plantea imponer el poder político al económico y establecer límites desde lo público a la banca.

Hace pocas semanas la prensa encontraba nuevos motivos para señalar a Hugo Chávez como un autoritario: anunció que el ejército impediría que se produjera un gran aumento de precios. En Venezuela no tienen un problema con los agujeros bancarios sino con la inflación. Obama ha decidido también que el poder político tiene legitimidad para marcar los límites al mercado. Es un liberal y por tanto el problema que detecta es otro, pero (anuncia que) impone su política económica y también apela a la fuerza: “Si los bancos quieren pelea, estoy preparado para ella”. Si Chávez anunciara estar preparado para la pelea, estaríamos en ciernes de una convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU. Pero el anuncio de Obama sólo recibe elogios en nuestra prensa y, en el peor de los casos, silencios. ¿Qué diferencia hay entre la intervención en la economía apoyada por la fuerza del Estado en Venezuela y en EEUU?

Cada vez es más evidente que lo que molesta de Venezuela no son los modos, ni la forma de hacer política. La satanización de Chávez obedece exclusivamente a que, con el mismo estilo que muchos otros de los nuestros, no hace lo que los nuestros. En vez de garantizar la pervivencia del sistema (aunque sea imponiéndole límites para que el fracaso de un poderoso no haga que se derrumbe el poder), se ha puesto, con éxito, a revertir el sistema para poner la sociedad al servicio de los de abajo. Eso es lo imperdonable, eso es lo dictatorial. Lo accesorio es sólo una excusa.