Ha aparecido hoy en Público una noticia según la cual se está planteando retrasar la asamblea de refundación de la izquierda hasta la vuelta del verano en vez de en junio, tal y como estaba previsto. En principio la noticia no tendría por qué tener demasiada relevancia: estamos ante un proceso de una envergadura monumental y que cuenta con algunas reticencias, pero sobre todo con muchos escepticismos.

Durante estas fiestas algún amigo ajeno a la vida interna de IU me preguntó sobre la refundación. Le comenté la información «oficial», pero también le dije que desde mi punto de vista tratar de cerrar el proceso antes del verano sería imposible salvo que sea meramente cosmético. Ello no quiere decir aplazarlo sine die, sino ponernos en marcha pensando en que el proceso sea tan ambicioso como decimos y que concluya con la constitución de una nueva formación en la que nos encontremos quienes estamos a la izquierda de la post-socialdemocracia a través de la elaboración colectiva.

Una de las mayores dificultades es que mucha gente no se ha dado cuenta de la envergadura que debe de tener la refundación. Lo podemos ver en algunas declaraciones que aparecen en el artículo y en muchas actitudes que ligan la refundación a los procesos electorales más inmediatos: elecciones catalanas de 2010 y autonómicas y municipales de 2011. La refundación no es una escenificación de renovación para las elecciones, ni tampoco se mide por cómo se presente la izquierda en esas elecciones. Es un proceso mucho más ambicioso y esas elecciones serán un primer test, nada más.

El proceso se presenta con todas las dificultades que se podían prever cuando se anunciaba su necesidad, pero con algunas añadidas. La mayoría de las reticencias primitivas han dejado de existir. Para ello incluso hubo incumplimientos con el mandato asambleario, como la no renovación de los órganos (aunque sí la ampliación de voces en los mismos con la gente con la que nos encontremos) en la asamblea constituyente. Esos órganos ampliados pilotarían el proceso hasta su culminación tras las elecciones de 2012 con una asamblea que cierre el proceso. Así se aprobó en el Consejo Político Federal casi por unanimidad: es un ejemplo de cómo siemrpe ha habido cesiones a múltiples bandas para ceder las reticencias de quienes no creían en la refundación y ahora ponen menos obstáculos.

Con ello también se generan, cómo no, escepticismos: basta ver en los comentarios de Público cómo algunos, desconocedores de la guía de la refundación aprobada por el CPF (aprobada, insisto, por un 96% de votos a favor y sin votos en contra), entienden que el problema ahora no es la fecha, sino la no reelección de órganos: no puede ser un problema aquello que desde hace mucho estuvo sobre la mesa para lograr el consenso que hoy suscita (siquiera aparentemente) la refundación.

Para que la refundación de la izquierda sea una realidad tenemos que ceder todos y todas bastante. Desde el principio ha habido una tensión entre quienes apuestan por la acumulación de fuerzas militantes de izquierdas (tomo las palabras de Pablo Iglesias en el acto del 28 de noviembre) y quienes apuestan por la depuración de fuerzas militantes: exigiendo que se cumplan los pasos hacia una refundación tal cual la queremos, y dejando en el camino a quien ponga reticencias.

La tensión entre ambas posiciones no es leve. Si queremos constituir una fuerza política en la que participemos el conjunto de las izquierdas transformadoras, todos y todas tendremos que ceder. Lo cual es difícil y costoso. Hay quien no quiere ver ni en pintura a quien se fue de IU hace cuatro días (¡hubo quien me amenazó con promover mi expulsión por pedir que IU facilitase la candidatura de IA a las europeas! Es un recuerdo entrañable); las sospechas internas son aún más fieras. Y ese es el obstáculo más difícil ahora que ha resucitado.

Desconozco que el cambio de fecha suponga cesión alguna. Si alguien me preguntara lo aplaudiría por suponer un margen temporal imprescindible para que salga todo tan bien como es necesario. Pero si es una cesión y la cesión consiste sólo en cambiar de fecha, nihil obstat.

Nadie dijo que este proceso fuera a ser sencillo. Una forma de vencer buena parte de las dificultades es sentirse en la obligación de creer, por encima de todo, que lo que tiene que salir bien va a salir bien. Y para que no sea mera fé, hacer todo lo posible por conseguirlo.