Según están informando los medios de comunicación se ha alcanzado en las últimas horas un acuerdo entre el gobierno golpista y el gobierno legítimo de Honduras. Tal acuerdo incluiría una restitución de Zelaya en la presidencia previa aprobación del parlamento (del mismo parlamento que aprobó el golpe). Hay que dar por hecho que está acordado  el voto del parlamento de antemano y que éste apoyará la restitución del gobierno legítimo. Mientras, se abriría una campaña electoral encaminada a las elecciones de noviembre y que serían reconocidas por Zelaya.

Apenas se conoce la letra pequeña del acuerdo firmado esta madrugada, pero algunas dudas asaltan. Evidentemente la resistencia democrática no tenía como objetivo sólo restituir  a Zelaya durante un mes, sino derrocar el golpe de Estado (lo que se lograría con la restitución de la legitimidad política) e impulsar un proceso constituyente que llevara a una nueva Honduras. Sin duda eso no puede venir en la letra del acuerdo (sería una humillación para los golpistas), pero no cabe en ninguna cabeza que tras el dominio de un gobierno golpista durante varios meses en el que se han implicado buena parte de las instituciones del Estado es absolutamente inviable. Sólo se me ocurre el ejemplo de la dictadura de Primo de Rivera, a cuya finalización se intentó restituir la constitución de 1876 y en unos meses apareció la II República. Algo así terminaría por producirse en Honduras, pues no se puede poner la comida en una mesa carcomida por las termitas sin que se caiga la mesa al suelo.

El golpe de Micheletti suponía un giro histórico en el crecimiento de la izquierda latinoamericana. Por primera vez desde la aparición de Chávez un golpe habría triunfado (tras los intentos venezolano, boliviano…). Con la reposición de Zelaya se escenifica que no hay tal giro y que las izquierdas bolivarianas están más fuertes que nunca. En lo que sí ha habido un tímido giro es en las posiciones de Estados Unidos, cuyo presidente por primera vez no ha apoyoado un golpe en el que participara su propia embajada. No habrá ninguna excusa a partir de ahora para reconocer los hechos consumados: si la comunidad internacional quiere, puede presionar (aunque sea con tanta tibieza) para impedir un golpe de estado.

Y lo que sí se plasma en el acuerdo es la victoria de la resistencia ciudadana. Se han enfrentado a todos los poderes del Estado, incluido el militar. Han marchado por todo el país incluso antes de la brillante entrada de Zelaya en la embajada de Brasil en Tegucigalpa. Pocas veces se ha plasmado con tanta claridad aquello de que el pueblo unido, jamás será vencido.