Inés Sabanés No formo parte del mismo ámbito interno que la compañera Inés Sabanés. Digamos que no estoy en el mismo banquito del mismo barco. Pero sí estoy en el mismo barco. Inés Sabanés es patrimonio de la izquierda transformadora, de la izquierda honesta. Además es profundamente leal con esa izquierda y sólo quien apenas la conozca puede dudar de que las insidias en torno a su posible marcha son sólo un intento canalla de hacerle daño para debilitar su posición en IU. Es el peor juego sucio. Y es un intento estéril porque incluso entre quienes encuentran discrepancias con Inés, no he hablado con nadie que dude de su compromiso con Izquierda Unida hoy y cuando hayan pasado los momentos navajeros. E Inés será patrimonio de IU sea candidata o no a la presidencia de la Comunidad de Madrid en 2011.

No entiendo algunas miserias que se dicen por ahí: hay quien dice que si no es ella la candidata se tira por tierra todo su trabajo en IU. Esté en el lugar que esté, Inés seguirá trabajando por Izquierda Unida y muchos haremos lo posible por seguir trabajando con ella en los muchísimos y apasionantes frentes de batalla que tiene IU. Tampoco entiendo un comentario que he recibido en el blog a cuento de mi abstención ayer en la ejecutiva, desvelada por Público (no sé quién lo filtraría, probablemente más de una persona, pero no me preocupa demasiado: creo que todas las votaciones de todo órgano político deberían ser públicas). Tras esa votación hubo un acto en Chamberí precioso con Inés Sabanés y Olga Rodríguez. El comentario que no entiendo me dice que supone que la próxima vez no llamaré a Inés sino a los previsibles candidatos. Pues bien, cuando pensé en Inés para acompañar a Olga en el acto de ayer en ningún momento lo hice porque tuviera tal cargo institucional o fuera a liderar cual candidatura, sino  por el aprecio que tengo a Inés Sabanés, porque conocí el libro que se presentaba gracias al blog de Inés (y a que lo compró mi madre) y porque sabía que Inés haría una intervención tan estupenda como la que hizo.

Primarias En torno a la elección de candidaturas para las futuras autonómicas se ha planteado la posibilidad de hacer unas primarias abiertas imitando el modelo de las realizadas por el Partido Demócrata italiano. La propuesta la lanzó Juan y ha sido recogida por algunas personas y singularmente la recoge hoy don Ricardo. Soy partidario de las primarias. Además de ser un instrumento democrático, enriquecen a la organización, generan debate y ese debate suele ser mucho más leal que las conspiraciones pasilleras. Tienen un peligro, que es la sobrelegitimación del candidato, que se pueda sentir capaz de tomar decisiones ajenas a la organización por tener el respaldo de las primarias, pero esun peligro muy menor que se podría combatir haciendo un claro código de control político de los representantes institucionales de IU. Y en todo caso no sería un riesgo mayor que la independencia absoluta con la que han desempeñado cargos institucionales algunas personas que no ganaron primaria alguna. A partir de enero Izquierda Unida tendrá por primera vez unos censos absolutamente incuestionables, lo que añade razones a favor de unas primarias entre afiliados y afiliadas.

En el actual momento de IU, además de maximizar la democracia interna (algo que debería ser nuestra voluntad siempre y en cualquier debate interno), estamos ante un llamamiento a la convergencia de la Izquierda que hemos llamado «refundación«. Así que el habitual impulso a la democracia interna debería verse complementado con la firme voluntad de que la elección de candidaturas surja del encuentro con gente que hoy no está en IU. El problema sería cómo hacerlo sin que ello suponga abrir la puerta a los sacos de votos: el éxito que supone el nuevo censo de afiliados se iría al traste, porque quienes han puesto militantes falsos también harían que votara gente que no tiene ningún vínculo político con IU (el caciquismo existe, cómo no, y en época de crisis económica mucho más). Ese riesgo se minimizaría si Izquierda Unida tuviera varios millones de simpatizantes que fueran a participar en ellas, pero hoy no hay tanta gente que esté pendiente de nuestras candidaturas y que quiera a IU. Y mucho menos si bajamos al nivel municipal.

A falta de valoraciones más pausadas, mi problema con unas primarias internas es que serían poco refundadoras y con unas primarias abiertas es que podrían ser poco democráticas.

Por ello mi apuesta para este periodo sería el que expuse en un post hace unos días: «la apertura en paralelo con la refundación de un proceso participativo que apele a toda esa izquierda que en Madrid se encuentra hoy huérfana (y que es la que permitirá cambiar Madrid). En ese proceso elaboraríamos con la gente de izquierdas de los distritos y los municipios madrileños y con los movimientos sociales madrileños los programas municipales y autonómico y las candidaturas que presentáramos un año después.» Es decir, un proceso en el que el protagonismo fuera del programa y que elaborara las listas no tanto mediante elección en urna sino mediante la participación y la deliberación (ésta, aclaro, es una reflexión personal e individual). Sé que la propuesta es ciertamente abstracta, pero es perfectamente realizable. Algo así, por cierto, también habría sido posible en las europeas y así hubo quien lo propuso con escaso éxito y escasos apoyos aunque incluía las primarias.

Dirigentes Ocurre que yo (la gente que me ha llevado a la ejecutiva de IU-CM) estoy en incomprensible (y equivocada) minoría en la ejecutiva regional. Tanto cuando se está en minoría como cuando se está en mayoría hay dos posibilidades: hacer una propuesta cerrada innegociable ante la que se deba pronunciar el resto (si se está en mayoría se gana y si se está en minoría se pierde); o hacer una propuesta y ofrecer gestos si desde otras posiciones se aceptan partes importantes de la misma. El secretario de refundación de IU-CM, Ismael González introdujo tal y como se cuenta en Público, una enmienda que introducía la elaboración participativa del programa en el marco de la refundación y la apertura de la elaboración de candidaturas a que se incorporara gente con la que nos encontremos haciendo política en ese proceso. Tal enmienda me parecía un cambio sustancial a mejor de la propuesta inicial, pero no llegaba a hacer de ésta un proceso cercano al que yo defendía. Por ello parecía razonable que la crítica a tal propuesta se manifestase de distinta forma si la mayoría de la ejecutiva aceptaba la enmienda y si no se aceptaba. Si no se aceptaba la enmienda, votaría en contra y si se aceptaba, me abstendría.

Me parece muy sano que los dirigentes demos cuenta de las decisiones que tomamos (aunque lo más relevante que hice ayer como dirigente no fue ni de coña lo que voté en ese punto del orden del día). Las decisiones que tomamos son casi siempre complejas y obedecen no sólo a la letra de lo que votamos, sino también a la voluntad de generar tal o cual clima (de paz o de crispación, por ejemplo: ambos legítimos), o en función de las actitudes que se ven en el curso del debate. Estar en la dirección supone una cura de humildad inimaginable: la cantidad y la complejidad de las dudas que se generan son difíciles de transmitir. Y tales decisiones, por supuesto, son discutibles. Si he decidido contar la reflexión que me llevó a abstenerme no es tanto por dar cuentas (no es el blog el lugar donde hacerlo y tampoco es esta decisión la que considero más importante que hemos tomado desde que estoy en la ejecutiva, aunque sí sea la más mediática), sino porque creo que situar el debate en la complejidad que merece ayuda a pausar el debate y sacarlo del terreno de navajeo, porque he recibido las dudas generadas por  mi posición y porque con este post me ahorro reiteraciones: cuando me pregunten, remitiré a esta entrada; no tendré que desmentir mentiras, porque ya he contado mi posición. Por último, no creo desvelar nada que no se conozca ni tampoco que nadie pueda decir que con esta explicación hago el menor daño a IU.

Mezquindades. Un bloguero deja un comentario en mi blog remitiéndome a otro post. Otra persona me envía un mensaje diciéndome «Hugo, hablan de tí en este post«. Y me encuentro con una colección de intoxicaciones basadas en un relato falso salpicado de algún detalle parecido a lo que ocurrió en la ejecutiva. Aclaro en los comentarios cómo fue realmente la reunión y el que me había mandado el mensaje me responde «Vaya Hugo. El que se pica, ajos come.» Si no hubiera dicho nada, la respuesta habría sido «Vaya, Hugo se calla. Y quien calla, otorga». Total, que no hay forma de evitar la credibilidad de una mentira: tanto si se desmiente, como si no, se está demostrando la verdad de la mentira. Y con esa lógica sigue todo el hilo. Por supuesto, ningún reconocimiento de error por parte del autor del post (la rectificación es un arte muy rentable, amigo: en este blog he reconocido varias veces haberme equivocado al dar tal o cual dato y en vez de criticarme como deberían, los lectores lo ven muy bien).

Decía en el anterior punto que toda decisión, todo punto de vista, es discutible. Pero con sectarios, mentirosos y mezquinos no se puede discutir. Porque lo que está en juego no es la razón, ni un punto de vista argumentado, sino de nuevo el navajeo y las miserias morales.

Tampoco creo que tenga mucho sentido elaborar listas y tachar a los impuros que no han votado en tal ocasión lo que uno consideraba clarísimo. He dicho que la votación de ayer no fue para mí la más importante que ha celebrado esta ejecutiva. Hubo otra que yo sí pienso que fue crucial y en ella sólo cuatro votamos en contra y unas pocas abstenciones más que reflejaron la crítica a aquella decisión. Y tengo clarísimo que aquella votación no nos dividió entre vendidos y puros. Quienes votaron «sí» tendrían una pluralidad de razones que yo no compartía, pero que nunca me llevarán a tachar a nadie de ninguna lista. La abstención sí la entendía, porque ésta suele ser una forma amable de decir «no». Uno toma decisiones y luego trata de rendir cuentas explicando por qué lo hizo. Pero pasar listas carece por completo de sentido. Y resulta raro quienes las pasan cuando se trata de elaborar una candidatura en concreto, pero no ante decisiones políticas de importancia ni siquiera ante la elaboración de otras listas.En todo caso sería muy fastidiado para mí discriminar entre quienes coinciden con uno en las votaciones y quienes no: no hay un sólo miembro de la ejecutiva que haya coincidido conmigo en todas las votaciones.

Uno puede e intenta ser radical. Pero lo que diferencia a un radical de un extremista es el uso de la Santa Inquisición.