Hace ya más de diez días JavierM nos explicaba que en Honduras sigue ganando el golpismo. En aquel momento me pareció una exageración. Hoy, sin embargo, no cabe decir otra cosa. Esta semana se va a cumplir un mes desde que se iniciaron los movimientos golpistas que acabaron con el secuestro y expulsión del presidente elegido por el pueblo hondureño y con el proyecto político de consultar al pueblo si quería iniciar un legítimo proceso constituyentes. Nadie apuesta por un derrocamiento de los golpistas: las movilizaciones populares no han conseguido ponerles en apuros, la presión internacional apenas ha consistido en más que declaraciones de condena, Zelaya abortó su anunciado regreso a Honduras…

Desde que se anunció la modalidad del golpismo dialogante no ha habido una sola propuesta de Costa Rica que haya sido bien recibida por los golpistas de Micheletti. La última consistía en reponer al presidente Zelaya pero renunciando éste a consultar al pueblo hondureño si quiere que las próximas elecciones sean constituyente. Es decir, que vuelva como presente, pero no como presidente; que vuelva como objeto decorativo que no pueda ejecutar en los escasos meses que le quedan de presidencia el proyecto político que legítimamente quería llevar a cabo: darle al pueblo la posibilidad de elaborar una nueva constitución democráticamente. La propuesta de Costa Rica era una constatación del éxito político del golpe maquillada levemente con una supuesta restitución personal de Zelaya. Se hablaba incluso de un gobierno de unidad nacional.

En tales condiciones es claro que el de Micheletti es un gobierno golpista de los de toda la vida: con la excusa del «referendum ilegal«, militares, obispos y demás oligarcas han impuesto un régimen militar. Pero el referendum daba igual como prueba el hecho de que no acepten un acuerdo que implica la renuncia al referendum. Nada nuevo: los golpistas siempre llegan para «solucionar» un problema concreto y acaban quedándose hasta que el buen dios los lleva con él. Micheletti anunció que sólo admitiría la vuelta de Zelaya a Honduras para juzgarle por el delito de gobernar el país del que es presidente legítimo (un juicio justo y garantista de esos que suelen preparar los regímenes militares como el hondureño).

Lo sorprendente es que Zelaya sí aceptara esa propuesta de acuerdo que supondría un triunfo del golpismo con una mínima cosmética. Un triunfo que sería avalado por el propio Zelaya al firmar la renuncia a que el pueblo hondureño tome las riendas de su país ganando democracia. Muchos podríamos ver con cierta aceptación un acuerdo que repusiera la legitimidad polítca y que a cambio renunciase a juzgar a los golpistas. Sería un error, porque no es conocido el golpista que no intente reincidir, pero al menos éstos no habrían avanzado nada con su toma del poder mediante las armas. Se puede incluso renunciar al referendum sólo por una cuestión de plazos: dado que las elecciones son en noviembre se podría convocarlas normalmente como constituyentes, pues la consulta previa más parecía un ejercicio de sobrelegitimación. En algo así parece estar pensando ahora Zelaya.

Hay que hacer fracasar el golpe. Pero si triunfa, al menos que no sea con el aval de los golpeados.