¿Cómo se sentía el hombre invisible? ¿Quién era yo antes de tener un blog? ¿Hay vida inteligente en la blogosfera?
Nunca me había hecho esas preguntas hasta que esta mañana me he levantado y me he encontrado sin poder entrar al panel de control del blog, al que se le había roto alguna tripa. La crisis espiritual vivida me hubiera llevado a cambiarme de raza, como nuestro mito universal de este mes, o a llevarme cajas de papeles de casa con las que amenazar a mi señora. Pero Rafa ha evitado el apocalipsis ofreciéndome su hogar para publicar desde él el post de esta mañana. Gracias, Rafa. Sin ti a estas horas mi familia tendría que comprar un ataúd de oro y vendiendo entradas a 10.000 € para mi funeral.
Tras dar compulsivamente al F5 ha llegado un momento en el que el Gran Informático de Tercera Información ha conseguido que recupere mi blog para alivio de mis familiares y amigos.
Vuelvo, pues, a recuperar una esperanza de vida de 80 años google analytics mediante.
Reproduzco el apunte matutino más que nada por mantener en este blog lo que escribo, pero el sitio bueno para leerlo hoy es en Ceros a la Izquierda.
Por fin a última hora de ayer conocimos el texto de la financiación autonómica que propone el gobierno. No sabemos todavía en qué cantidades se concreta.
Parecería razonable que según se va descentralizando el Estado del Bienestar, las autonomías aumenten los recursos con los que cuentan para que puedan atender correctamente las nuevas tareas que tienen encomendadas. Las comunidades autónomas tienen, pues, que ingresar más dinero. Sólo hace falta que el reparto sea suficiente, justo y que no introduzca elementos que vayan en perjuicio del desarrollo de nuestro escuálido Estado de Bienestar.
Lo importante del acuerdo está en la página 29 del acuerdo y en la 8 del resumen. La cesión a las comunidades autónomas de mucha más autonomía (y por tanto competitividad) fiscal. En el IRPF, por ejemplo, las autonomías regularán y recibirán el 50% del impuesto. Además de conseguir con ello que allí donde haya rentas más altas se recaude más, la autonomía fiscal supone la introducción de competitividad fiscal interregional y eso siempre supone reducción de impuestos.
Uno es firme partidario de la máxima descentralización posible de casi todo: la descentralización es casi siempre un avance democrático. Sin embargo hay dos políticas en las que hay que ser radicalmente centralista: la política fiscal y la política laboral. Si éstas se descentralizan los poderes políticos compiten por atraer a los grandes capitales eliminando todas las dificultades que puedan encontrarse: es decir, que puedan contratar baratito y sin ningún límite absurdo de jornada laboral, etc. y que no tengan que pagar esa antigualla llamada impuestos. No es que la política fiscal y laboral deban estar en Madrid. Es que deberían estar en una Unión Europea que tuviera un gobierno democrático o mejor en una autoridad mundial con legitimidad para hacer política.
Sin más ingresos por impuestos no sería posible que salgamos del subdesarrollo social en el que vivimos. Y precisamente con la excusa de la financiación de los servicios sociales se ha dado otro hachazo a la posibilidad de acercarnos a una fiscalidad mínimamente razonable que hará inviable la mera conservación de lo poco que tenemos.
Otro triunfo de los causantes de la crisis.
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