La decisión de Zapatero de prolongar la vida de la central nuclear de Garoña hasta 2013 y la de Rajoy de pedir que se haga «lo que digan los técnicos» retrata exactamente qué tipo de dirigentes políticos son ambos.

Si Zapatero se moviera, como presume, por convicciones políticas cerraría la central de Garoña como muy tarde en 2011: en primer lugar porque es, según dicen los que saben del tema, el plazo máximo que podría mantenerse activa la central sin generar más residuos contaminantes de larguísima duración de los ya inevitables; y en segundo lugar porque ésta fue una de las promesas fuerza de Zapatero para esta legislatura. Y, recordemos, los españoles no merecemos un gobierno que nos mienta.

La decisión cuadra perfectamente con el estilo de Zapatero porque se mueve por el único patrón que guía sus pasos políticos que es el de obtener el máximo rédito electoral. No es arbitraria la fecha elegida para el nuevo plazo: 2013 es el año siguiente a las próximas elecciones generales. Muchos de quienes ahora rechazamos esta absurda prolongación de la agonía de la vetusta central acudiremos a las elecciones de 2012 con la única posibilidad de exigir que esta vez se cumpla lo anunciado por Zapatero y al año siguiente se cierre la central. Volverá a presentar el dilema entre la derecha nuclear y los socialistas molones: pero el riesgo de que una mayoría distinta prolongue la vida de Garoña (o de que la misma mayoría vuelva a incumplir sus compromisos) será exclusivamente de Zapatero. Si hubiera cumplido su promesa cerrando Garoña no nos veríamos en 2012 con la espada de Damocles sobre la cabeza.

La respuesta de Rajoy también es maja. Él no está a favor ni en contra: en el Marca no dice nada sobre Garoña, así que él no opina. El Consejo de Seguridad Nuclear dice que Garoña puede con otros diez años y con lo que se le eche, que da mucha pasta a alguien y no es plan de ponerse tacaño. Así que Rajoy dice que «lo que digan los técnicos«, aunque haya cientos de técnicos que están diciendo que Garoña es una central vieja y peligrosa. Rajoy hace con los técnicos como con los españoles: «los españoles lo que quieren…», «los técnicos dicen…» como si el universo de Rajoy se limitara a aquellas personas que coinciden en lo que él quiere que piense todo el mundo.

Si Rajoy cree que son los técnicos y no los dirigentes políticos los que deben de decidir, ¿a qué narices se presenta a unas elecciones? ¿no sería mejor que se presentaran los técnicos? No, porque es una mera farsa: ante el debate sobre la investigación con células madre embrionarias, ¿alguien ha escuchado a Rajoy decir que deben ser los técnicos -los médicos, los investigadores- los que decidan? En este caso, como en tantos, los técnicos son los obispos. No estaría mal que de vez en cuando explicara qué piensa él, sin que se trate de una entrevista sobre ciclismo, aunque sabemos que cuando habla por boca de los españoles o los técnicos lo único que hace es evitar la responsabilidad y echarle la culpa de sus ideas a la humanidad: él qué culpa tiene, si los que piensan son otros.

Mientras padecemos a dirigentes de estas tallas, Garoña sigue quemando. Y si uno de estos días quema mal, nadie querrá escuchar que había mucha gente que ya lo avisaba.