La corrupción urbanística ha sido consustancial al modelo de crecimiento por el que apostaron los gobiernos de González, Aznar y Zapatero: la política económica se ha basado en la construcción y ésta en la compra de voluntades políticas comisión o traje mediante. España se ha convertido en uno de los paraísos de la corrupción. Y también en el paraíso del paro.

Cuando ayer se supo que la timidísima intervención pública en la economía había hecho disminuir el paro en todas las comunidades autónomas excepto Madrid, Valencia y Canarias instantáneamente me llamó la atención que justo esas tres son las comunidades en las que la corrupción está siendo más escandalosa por el indisimulado apoyo de algunos partidos a los corruptos.No hace falta hablar de la correa que une a Madrid y Valencia, ni de cómo el conjunto de partidos canarios han arropado a los corruptos hasta el momento de su detención e incluso más allá. Junto a aparatos podridos como el Partido Popular en Madrid y Valencia y Coalición Canaria, hace pocos días conocimos la detención de concejales del PSOE en Arrecife cuya corrupción, extrañamente, no había sido intuida por ninguno de sus compañeros hasta el momento de la detención (frente a la experiencia que indica que casi nunca es condenado por delitos de corrupción aquel cargo político a quienes todos tenían por ejemplo de honradez).

España es en Europa el reino de la corrupción (trono compartido con Italia) y del paro (en solitario). Y dentro de España, Madrid, Valencia y Canarias sobresalen en niveles de corrupción. Y también de paro.

Seseña¿Hay alguna flecha que lleve de la corrupción a la generación de paro? Probablemente la corrupción no genere paro, sino que hay un factor que genera a un tiempo corrupción y paro: el sometimiento de lo público a lo privado. La economía española en su conjunto ha despreciado lo público, lo que ha generado una generalización repugnante de la corrupción (¿recordamos cuánta gente apoyó al Pocero, señores Bono y Zaplana?), pero también una cesión de la política económica a los poderes empresariales cuyo interés social es nulo. Casi todo el mundo asume ya que la economía de rapiña es la causa de que el modelo español esté más enfangado y genere más desempleo que ninguna otra economía occidental.

Quien tiene más interés en tener un euro en su bolsillo que en el urbanismo decente de su pueblo es el mismo que prefiere que controle la economía un empresario (presumiblemente generoso) que su pueblo (que acaso sea tirando a exigente). La ética que genera corrupción, genera también paro.

Quienes ponemos gran parte de nuestra energía política en expulsar a los corruptos (y las corruptas) de la vida pública no sólo lo hacemos por una supuesta pureza ética. No, también hay una apuesta política. La izquierda valora lo público como motor de bienestar colectivo, de emancipación social, como eje de la vida en común. Quienes anteponen sus intereses privados anuncian qué tipo de política van a hacer. Por eso la izquierda se impone a sí misma durísimos códigos éticos. Porque sabemos que la ética pública es la medida del compromiso con los valores de la izquierda.

Se milite donde se milite: cuanta mayor sea la tolerancia con la corrupción, más a la derecha se está: se está en la ética del beneficio privado frente a la del bienestar colectivo.

En la foto construcciones del Pocero en Seseña