Hace un par de días una fragata española andaba por el Índico, océano que, como sabréis, pilla de paso entre Algeciras y Lanzarote. Según las crónicas (supongo que elaboradas por nuestros militares) desde esta fragata rescataron a siete piratas somalíes que se iban a pique. Tras rescatarlos los detuvieron, y ahora están en una prisión española. El juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu decretó su prisión a solicitud de la fiscalía.
Como el juez Andreu trabaja en la Audiencia Nacional, no es un hombre desconocido. Esta misma semana salía en la prensa por otro caso. El juez está persiguiendo crímenes de guerra cometidos por militares israelíes en Gaza. No pretendían robar un pesquero, ni secuestrar a nadie como los peligrosos delincuentes somalíes. Lo que hicieron fue bombardear una casa asesinando, entre otros, a catorce civiles.
A diferencia de los piratas frustrados, los asesinos exitosos contaron con el apoyo de la fiscalía que se negó a que el juez investigara el crimen de guerra. Decía la fiscalía que eso lo tiene que juzgar Israel (aunque el crimen se cometiera fuera del terreno israelí), y lo decía sin que se le escape ni una risita floja. No hace tanto, cuando la fiscalía se opuso a pedir la extradición de Pinochet, el PSOE denunció la complicidad de nuestro gobierno con el genocida chileno. Además de la fiscalía, nos hemos enterado por el gobierno israelí de que la nueva doctrina del gobierno es no juzgar aquellos crímenes cometidos por gobiernos como el suyo, que luego te miran mal.
Uno puede entender una política nacionalista que sustituya el «nada humano me es ajeno» por un nuevo «nada que pase fuera de España me importa un pimiento«: es estúpido, pero tiene un principio de coherencia y tertulianos de todas las tendencias tertulieras se apresuraron a confirmar que ellos también piensan que no podemos ser jueces universales. Pero con los piratas somalíes detenidos en el Índico y encarcelados en España el gobierno ha dejado claro que su doctrina no es la de no juzgar nada que no pase en España, sino la de «nada que haga un poderoso puede encontrar obstáculo alguno por nuestra parte».
No nos importa que nuestra justicia sea internacional. Lo que ya no queremos (nunca lo quisimos) es una justicia universal que trate igual a los criminales y piratas con corbata y a los negros que nos roban el pescado.
Me pareció interesante este apunte que leí en Im-Pulso sobre el tema:
Guerrear contra los desarrapados somalíes es una vergüenza
Un saludo!
Mendigo ha escrito en su blog Concurso botánico
A mi me da igual quién me suelte su rollo. Pero en algo coniciden todos: todos lo hacen por el bien de sus hijos. Hasta los piratas somalies lo hacen, por el bien de sus hijos.
Y mienten como perros, todos. Hasta los piratas somalies.
Si lo hiciesen por el bien de sus hijos dejarían de pescar en todas las aguas del mundo. Porque al ritmo que van sus hijos tendrán que identificar los atunes en los libros, como nosotros los dinosaurios.
Si hay pesqueros españoles allí es porque ya no pueden pescar más cerca, han acabado con todo lo pescable entre España y Somalia. Será que llegó el momento del ERE de Pescanova…
Lean lo que recomienda el Méndigo
creo que se le ha quedado la entrada más antigua que nuestro cartel electoral de las europeas.
Vamos, que ahora el fiscal pide lo contrario. Total, se trata de seres humanos…
Si, ya me he dado cuenta.
¿No será que Conde Pumpido se ha leído mi blog esta mañana y se ha dado cuenta del ridículo que estaba haciendo?
eso pensé yo, pero lueg reflexionando, creo que si le leen a usted les aplican la ley antiterrorista.
Delitos de hace QUINCE AÑOS…
15-05-09 VISTO PARA SENTENCIA EL JUICIO A RAFAEL JIMÉNEZ DE PARGA, ALFREDO SÁENZ ABAD Y OTROS,
Y LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE VICTOR SAURA “LA CATALUNYA MES FOSCA”.
Rafael del Barco Carreras
Un día intenso. Me temí que la anunciada variación de conclusiones provisionales del fiscal liquidara el juicio. Lo sucedido el 2008 con Gran Tibidabo (Port Aventura), que los pactos entre la fiscalía y las partes acabaron con lo que soñé un repaso y hasta bendición a mi “Barcelona, 30 años de corrupción”. Pero no, la Fiscalía mantenía la acusación, aunque rebajada de los nueve años iniciales a tres años y medio de cárcel para Rafael Jiménez de Parga, Alfredo Sáenz Abad y Miguel Ángel Calama, y retiraba la acusación a José Ángel Merodio.
Seis horas de fiscal, dos abogados acusadores, y cinco defensores. Terrible. Los dieciséis oyentes se convirtieron en los seis habituales después de oídos los cargos. Extorsión, denuncias falsas y estafa procesal.
Se juzgaba a mis “abogados” y a la “banca” en el “todo vale”. Y la idea de que yo fui la primera víctima del conjunto, que cobrando de Javier de la Rosa, sustituyeron culpables, me martilleó toda la mañana. Si durante el juicio me sentí un espectador, he de confesar que las defensas me alteraron. El argumento de que las falsedades en la denuncia eran simples errores de los que Rafael Jiménez de Parga pedía disculpas, o de que en definitiva los culpables eran los denunciantes porque estafaron al banco, me enervó.
El abogado de Merodio le dio la vuelta al calcetín, el juez Pascual Estevill con su actuación alteró la querella del banco reclamando 639 millones a los ahora acusadores, acabando sobreseída. Perjudicó, pues, al Banco, los acusados ahora. Cortando y pegando a su gusto del libro, Estevill y «El Clan de los Mentirosos» de Félix Martínez, su tono crecía. Pretender quince años después, decía, que tanto Rafael Jiménez de Parga como los banqueros pagaran por los delitos del ex juez, que no reconoció en las declaraciones al presente juicio, y que entonces no solo nadie suponía sino que “todo el mundo” alababa sus actuaciones contra la gran burguesía catalana, acentuaba con exagerado énfasis, era un disparate.
Con excelente oratoria obviaron años de relación del juez y abogado, las oscuras conexiones del propio Banesto y su filial Banco Nogués (dijo el abogado) real procedencia de los créditos renovados año tras año no reconocidos por los ahora acusadores, y mucho menos avalados, y lo peor, docenas de extorsionados que conocí en la cárcel, el “lo sabía toda Barcelona” confesado por el abogado Juan Piqué Vidal (condenado en el juicio del 2004 del que derivaba éste) y sobretodo el fatídico domingo en que o pagaban 50 millones para el bolsillo del juez y supuestamente de Rafael Jiménez de Parga, o no salían de la cárcel.
Cuando a las siete y media de la tarde acudía a la presentación del libro “La Catalunya mes fosca” de Victor Saura aun me hervía la cabeza. Un bálsamo el ambiente de entusiastas y merecidos aplausos al autor y presentador, derivados a las víctimas y a mí en concreto. Paseo de Gracia, Librería Els Jardinets, frente al edificio del Banco Comercial Transatlántico, antes de la Guerra Mundial Alemán Transatlántico, y ahora absorbido por su propietario de siempre el Deustche Bank, donde me iniciara de empleado de banca por los 50. La primera vez que un gran conjunto de desconocidos reprobaba la versión esparcida y condenatoria en que me convirtieron en un réprobo, y con falsedades me encarcelaron y condenaron.