Como ya he escrito en otras ocasiones, soy absolutamente incapaz de saber quién ha ganado un debate cuando tengo una posición predefinida: siempre me da la impresión de que han ganado los míos. Lo mismo me ocurre con entrevistas o similares, como el programa Tengo una pregunta para usted: siempre me parece que quien representa a Izquierda Unida lo hace mucho mejor que cualquier otro representante: puede que sea por una especie de fanatismo acrítico (no lo descartemos) o simplemente porque es mucho más fácil que a uno le resulte convincente quien dice cosas parecidas a las que uno mismo ya pensaba. Sé que no son buenos formatos para explicar propuestas en profundidad, sino para dar una buena imagen: honesta, seria y cercana (no sé por qué, pero los políticos no tienen que ser «normales», sino «cercanos»: como si diéramos por hecho que normales no pueden ser).

Cuando ayer terminó el programa estrella de la política española, ya era el día de san Cayo. Vi en el correo electrónico que muchos de mis compañeros tienen el mismo síndrome que yo: «Ha estado genial, lo digo en serio«. Y me puse una tertulia radiofónica de esas en las que IU no suele existir salvo que le sea útil por lo que sea al PP o al PSOE. O salvo que llamen oyentes.

En esta tertulia comenzaron los periodistas explicando que bueno, que Cayo había estado bien, pero con bastante demagogia. Y empezaron a llamar oyentes. «Hoy Izquierda Unida ha ganado medio millón de votos», dijo uno. «Parece el único político que se entera de lo que está pasando y busca soluciones para la gente» según otra. Fueron muchas las llamadas en apoyo de un dirigente político cuyo nombre probablemente no conocieran unas horas antes. Ninguna llamada criticó ninguna de sus respuestas.

Son dos señales de que estuvo muy bien Cayo Lara. El apoyo que tuvo de gente no entregada a la causa es una magnífica señal, especialmente cuando el discurso no es ni mucho menos complaciente con ninguno de los otros partidos ni con ningún poder fáctico. Y lo mejor es que a la categoría humana tertuliana el discurso de Izquierda Unida le parezca demagógico. Hace apenas unos meses escribía Javier Ortiz sobre la demagogia de los hechos. Si uno señala que el Estado se está volcando más en ayudar a los banqueros, constructores y fabricantes de coches que en socorrer a la gente trabajadora o en construir alternativas al modelo de crecimiento que nos ha llevado hasta aquí, puede sonar demagogo. Lo malo es que los hechos le dan al demagogo la razón, como si los hechos fueran los verdaderos demagogos.

El programa de ayer es un buenísimo punto de arranque para una campaña electoral europea en la que la izquierda alternativa que representa IU tiene que aglutinar a la gente crítica con un modelo que comparten los demás grandes partidos en casi todo lo que se decida en Europa. Son unas elecciones en las que no nos podremos quejar de la ley electoral ni los ciudadanos podrán excusarse tras el voto útil. Tienen que ser las elecciones del relanzamiento electoral de Izquierda Unida, de La Izquierda.