No conviene ser ingenuo con respecto a Estados Unidos. Si Obama tiende la mano es porque a los poderes económicos estadounidenses les conviene. Si les conviniera bombardear éste u otro presidente que ocupara su lugar, bombardearía con pasión democrática. Pero el caso es que ahora les conviene tender la mano.
Sería absurdo negar que la forma en que Barack Obama se está dirigiendo a América Latina supone un giro de 180º. Faltan pasos por dar, sin duda, pero sería absurdo desperdiciar la ocasión que se ofrece. Los dirigentes latinoamericanos han sacrificado algunas posibles conquistas por la confrontación a veces dramática (o incluso criminal, como en el golpe de Venezuela o el bloqueo a Cuba) con EUA. Singularmente en Cuba los errores más graves y casi todas las dificultades se han justificado por el acoso estadounidense.
Si Obama ofrece un cambio, es sin duda porque los poderes económicos estadounidense dan por fracasada la vía del acoso y la confrontación. América Latina ha demostrado una fortaleza inaudita. En 1973 Kissinger organizó el golpe contra Allende y consiguió frenar el socialismo en América. En 2002 Bush y Aznar intentaron el golpe en Venezuela y no sólo fracasaron allí, sino que generaron movimientos populares (y electorales) similares en Bolivia, Ecuador, Paraguay, Nicaragua, El Salvador,… El giro de Obama conviene a Estados Unidos, pero sería absurdo negar que puede ser también muy conveniente para los latinoamericanos si se sabe afrontar.
Una nueva dinámica, más simétrica y amigable, será un profundo reto. La agresión estadounidense ha servido como cohesionador popular y como legitimador político. Sin esa agresión estadounidense la legitimidad sólo podría venir de la radicalidad democrática y de la lucha contra la injusticia: es decir, del socialismo. Si realmente somos revolucionarios habrá que aceptar el reto: con toda la cautela del mundo, porque encierra riesgos,… pero también ofrece unas posibilidades inéditas para los pueblos de América Latina.
Si Chávez le hubiera dado a Bush «Las venas abiertas de América Latina«, un escolta hubiera saltado para interponerse y evitar que ningún libro (y menos ese) rozara la inmaculada piel de Bush. Cuando Daniel Ortega se atrevió a relatar algo parecido cometido por empresas españolas a lo que denuncia Galeano en su libro, Juan Carlos de Borbón se levantó y dejó con la palabra en la boca al presidente de Nicaragua.
Obama, en cambio, ha recibido el libro de las manos de Chávez. Sólo es un gesto. Nada menos que un gesto que deja en evidencia el autoritarismo neocolonial de otros.