Hace muchos años, cuando una frase de este tipo no había quedado obsoleta, Garaikoetxea solía decir que en el País Vasco se podía defender cualquier proyecto; lo que era imposible era llevarlo a la práctica así se ganasen las elecciones. Cuando el debate sobre el derecho de autodeterminación estuvo más en boga, la gente que luego ha ido cayendo en el entorno de Rosa Díez reiteraba que Euskadi se autodetermina desde 1978 cada vez que tiene elecciones autonómicas. El otro día Patxi López aseguró que «si los vascos votan cambio, habrá cambio«.

Da igual decir, porque nadie nos hará caso, que ninguna encuesta da una remota posibilidad de que PP y PSOE sumen una mayoría de votos en Euskadi. Lo que sí dan algunas encuestas es una mayoría parlamentaria merced a la sobrerrepresentación de Álava. La consideración de los territorios como sujetos independientemente de la población que tengan es lo que hace que Álava (310.000 habitantes) tenga los mismos escaños que Vizcaya (1.145.000 habitantes). Una discriminación de base profundamente nacionalista es la que da esperanzas a PP y PSOE de conseguir el gobierno e incluso a UPyD de conseguir un escaño por Álava. De las ilegalizaciones que permitan un reparto de escaños ajenos entre todos, por supuesto, ni hablamos. La frase de Patxi López debería reformularse: «si la ley electoral traduce los votos de los vascos en cambio, habrá cambio«.

Pero tampoco. En 2005 hubo una mayoría electoral y parlamentaria que pedía «cambio«. No se centraba en un cambio de personas, sino en un cambio sustantivo: los partidos que formaron gobierno se habían comprometido con sus electores con un cambio político profundo en el País Vasco y la ciudadanía vasca apostó por ese cambio. Pero no hubo cambio: guste o no su contenido, el Parlamento vasco aprobó un proyecto de estatuto de forma absolutamente democrática y si no hubo cambio no fue por lo que «votan los vascos«, sino porque el Congreso de los Diputados votó en contra.

Los vascos, como los madrileños, o los españoles podemos decidir quién (con las limitaciones conocidas), pero no qué. Si los españoles votásemos a una mayoría republicana, el candado que se puso alrededor la Constitución del 78 impediría el desalojo de la Zarzuela. Si votásemos la nacionalización de la Banca o la desaparición del gasto militar vendría Bruselas (la UE y la OTAN) a explicarnos que los españoles no tienen derecho a decidir eso. Pueden elegir parlamentos, pero no políticas. Las políticas vienen atadas de antes de las elecciones.

Por eso el debate se vuelve tan chusco. Entusiasmémonos con el despliegue de encantos de Patxi López, con el sentido del humor de Ibarretxe, con los chapuzones del PP… pero no nos preguntemos qué harán si gobiernan, que eso no toca, eso no es lo que se decide. Que yo sepa sólo Ezker Batua Berdeak ha puesto en el centro de su campaña las propuestas políticas, comprometiéndose ante notario con 20 propuestas avaladas por la práctica en la Consejería de Vivienda (resultado de la búsqueda en Google: «No se ha encontrado ningún resultado para «La política de vivienda en el País Vasco es mala»» *).

No os centréis en la política, no vayáis a equivocaros y votéis a quien no toca. Pensad si Patxi se rodea de jóvenes, si Ibarretxe acepta de buen rollo que le llamen Spok. Votad a Patxi o a Josu Jon, que molan. Total, la política se decide en otros lugares.

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* Este resultado quedará alterado por este mismo post en una curiosa aplicación del principio de incertidumbre de Heisenberg: la mera observación altera la realidad observada