Cuando el presidente de los Estados Unidos de América se dio cuenta de que necesitaba apoyo internacional para su proyecto genocida en Irak y que tal apoyo se ganaba también en la opinión pública de cada país, la CIA anunció públicamente que pagarían el apoyo de periodistas y políticos extranjeros para difundir sus puntos de vista. Esto vino muy bien porque el propio gobierno estadounidense se encargaba de poner bajo sospecha a toda persona que defendiera sus posiciones (más allá de casos evidentes como el del profesor de Georgetown, la ex-vicepresidenta del Banco Mundial y el calladito ex-presidente del FMI).

Algo así ha venido a suceder ahora con el gobierno de Israel, aunque con más sutileza. Han anunciado que consideran Internet un frente de batalla, especialmente las llamadas redes sociales (Facebook, twitter… -¿por qué en estos sitios no puede haber pornografía pero sí apología del terrorismo de estado?-), y también los blogs y medios de comunicación digitales. Han sido más sutiles en la expresión del objetivo que EUA en su momento, pero dado que las atrocidades que están cometiendo no se recuerdan en décadas, es muy difícil no pensar que muchos de quienes están repitiendo con más o menos literalidad las consignas del gobierno genocida de Israel no pueden estar creyéndose racionalmente lo que dicen.

Cuesta creer, por ejemplo, que haya quien dé crédito al majadero que explica que la escuela de la ONU llena de refugiados civiles que ayer voló por los aires fuera en realidad un arsenal (como probaría el hecho de que hubo eco tras la caída de las bombas israelíes):

Y sin embargo, algún medio de extrema derecha repite la consigna tal cual, rebasando con holgura la línea que separa lo simplemente repugnante de lo ridículo. Casos como el de Pilar Rahola y Gabriel Albiac son también evidentes, pues son personas de las que es reconocido el origen israelí de parte de sus ingresos, pero no deja de llamar la atención que alguna de las personas que con más sensatez denunció el terrorismo de Estado en España (infinitamente menos grave que el perpetrado estos días por Israel) defienda con tanto ardor ahora las bombas que caen en la entrada de los hospitales.

Es cierto que no todos los acompañantes del genocidio de Israel son tan obscenos. En la mayor parte de los casos la disculpa se ejerce mediante la contextualización, el desvío del foco o la típica crítica que se hace cuando no se quiere criticar: denunciando que son muy malos en comunicación. Esta forma de disculpa es mucho más eficaz, habida cuenta del descrédito que merecen ya las Raholas y los Albiacs del mundo.

Pero el gobierno de Israel los ha dejado en mal lugar. Dado que este gobierno es el que está impidiendo que los medios comuniquen al mundo lo que realmente está pasando, uno debería como mínimo dudar de las versiones de cada matanza que da tal gobierno: si fueran a decir la verdad, ¿no les interesaría que hubiera medios de comunicación allí para ratificar su versión? La obscenidad con la que se está moviendo el gobierno de Israel sólo nos da dos opciones para entender a sus justificadores: o son idiotas o están comprados. Sin descartar que hayan comprado a muchos idiotas.