En su discurso tras ser proclamado coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara criticó las respuestas conservadoras que el gobierno de Zapatero está dando a la crisis del capitalismo. Criticó que en esas soluciones están plenamente de acuerdo el PP y el PSOE y que son recetas neoliberales. La primera parte es difícilmente negable, pues el gobierno no ha dado más respuestas a la crisis que las que han venido del acuerdo con personajes como Sarkozy, Angela Merkel o Berlusconi; son las que aplicaría Rajoy si fuera presidente de un país de la UE. Son soluciones que aportan menos presencia pública en la economía que las adoptadas por Bush o por Gordon Brown.

En otros lugares el dinero dado al sector financiero se ha aprovechado para introducirse en el accionariado del banco receptor (sin que eso nos haga hacernos ilusiones sobre el socialismo de estos gobiernos: en cuanto vuelva a lucir el sol Brown y Obama privatizarán a bajo precio lo nacionalizado en época de vacas flacas). No es ninguna exageración decir que la respuesta que el gobierno de Zapatero está dando a la crisis no es esencialmente distinta a la que daría un gobierno de Rajoy, lo cual no quiere decir que Zapatero y Rajoy sean iguales, sino que en términos de modelo económico lo que les separa son matices. ¿Alguien considera inimaginable que Solbes y Corbacho fueran ministros del PP? ¿Cómo no aparece siquiera insinuada la idea de crear una banca pública ante la crisis financiera?

Esta política económica debería, vino a decir Cayo Lara, llevar a una movilización social y en su caso a una huelga general que intentara que el gobierno modificara su línea económica para responder a la crisis del capitalismo con medidas que no favorezcan a quienes tantos años llevan poniendo en crisis a quienes están abajo.

Fidalgo no ha contestado a Lara, que sepamos (estaría preparando el congreso de CC.OO.: tampoco IU hacía política hasta la semana pasada). Cándido Méndez dio una curiosa respuesta: en lugar de la huelga, el sindicato apuesta por el diálogo social y por la movilización «para informar» del resultado del diálogo social (como si poner mesas informativas fuera movilizar) y por la protesta contra los EREs. Es decir, en cada empresa se puede hacer sindicalismo, pero ante el gobierno hay que volver a una suerte de corporativismo. En plata: la renuncia al sindicalismo, por el que hace tiempo que muchos sentimos nostalgia.

No sé si es necesaria una huelga general. En Italia y en Grecia la han convocado los sindicatos. Aquí, ni Esperanza Aguirre la ha recibido. Estamos en la semana en la que previsiblemente la Unión Europea apruebe la jornada laboral de 65 horas semanales y tampoco se ha producido movilización alguna en España más allá de alguna escasa concentración. La huelga general es una parte no inicial de un ciclo de movilizaciones. Y en España la crisis y las políticas continuistas no están siendo respondidas con movilizaciones, por lo que difícilmente se crearán las condiciones para la huelga.

Entiendo que IU sí debe implicarse en la movilización social. Si no la promueven los sindicatos, no veo qué problema podría haber en que lo haga Izquierda Unida junto con otros colectivos: ¿no se define Izquierda Unida como un movimiento político y social?. Sin embargo, para que esa movilización llegue al mundo del trabajo hace falta que haya sindicatos que se impliquen en la movilización. Pero que sean necesarios sindicatos no implica que tales sindicatos tengan que ser los mismos que renuncian a hacer sindicalismo.

En los eternos debates en los que nos hemos enfrascado en IU, una constante era la laicidad: si IU no es un instrumento útil para la transformación de la sociedad habría que crear otro instrumento. ¿No sería hora de ser igual de laicos cuando miramos a los sindicatos mayoritarios? Estoy seguro de que Izquierda Unida podrá ser útil. Constato que con Fidalgo y Cándido Méndez, sus sindicatos están al borde de no serlo. Aunque todo puede cambiar; si alguien lo cambia.