Si un amigo estuviera arruinado por haberse gastado una millonada en una reforma de su casa y tuviera que suspender gastos muy importantes (no pudiera comprar material escolar a sus hijos, por ejemplo), cuando me contara que está muy ilusionado con la vuelta al mundo que ha encargado en una agencia de viajes, probablemente le aconsejaría que se lo pensara mejor. Si tuviera confianza y pensara en su bien y no sólo en no quedar mal con él, le explicaría que en una situación como la suya es mejor renunciar a ciertos lujos y dedicar el escueto presupuesto familiar a los asuntos realmente importantes.

Madrid es una ciudad arruinada. No sólo por la crisis económica. El ayuntamiento de Gallardón se metió en una obra faraónica y conscientemente ilegal que paralizó la ciudad durante una legislatura y ahora se paraliza cada vez que chispea. Mucha gente denunció que ese inmenso gasto era inabarcable, que empeñaría a la ciudadanía madrileña hasta los años 30 del siglo XXI, y que lo pagaríamos en forma de gasto social. Hace unos días anunció Alberto Ruiz-Gallardón (quien sigue siendo uno de los políticos más valorados de España) que se van a suspender casi todos los proyectos municipales que no estén ya en marcha porque el ayuntamiento no tiene un duro.

Casi todos. Los relacionados con los Juegos Olímpicos no. El alcalde, de hecho, ha dicho en alguna ocasión (sin que debamos tomarlo en serio: Gallardón dice frases intentando que sean rimbombantes, no que sean verdaderas) que su idea es permanecer en el cargo hasta la celebración de tales juegos. Nunca ha dicho que permanecerá en el cargo hasta que consiga que cada barrio de Madrid tenga un par de escuelas infantiles públicas.

Puede discutirse si los Juegos Olímpicos eran una apuesta defendible o no hasta hace un tiempo. Hubo quien, con la mejor intención, los apoyó reclamando que se aprovechara la ocasión para generar infraestructuras para el deporte de base. Transcurrido el tiempo es obvio que el deporte de base no está en los planes del Ayuntamiento.

Analizando la situación en concreto, quienes pretendemos ser una alternativa real al Partido Popular en Madrid, deberíamos ser valientes y tratar a la ciudad como trataríamos a un amigo: haciéndole ver que no podemos meternos en otro gasto descomunal que obliga a sacrificar el urgente gasto social. Por poner el ejemplo de mi distrito, Chamberí: aquí tenemos 150.000 habitantes y se está reformando el estadio de Vallehermoso para que tenga 11.000 plazas (a pesar de que nunca se ha pasado de los 1.500 espectadores en su grada); mientras, estos 150.000 habitantes gozamos de una única escuela pública infantil.

Quizás sea el momento de gritar que otro Madrid es necesario y que además es posible: eso sí, sacrificando un grandísimo gasto para poder hacer muchos gastos relativamente pequeños pero que no son un lujo, sino una necesidad.