Juan del Olmo, juez de la Audiencia Nacional bastante conservador, hizo una extrañísima pirueta en julio a cuento de la portada de El Jueves en la que aparecían Borbón y Ortiz trabajando: primero secuestró la revista (acto gravísimo en una democracia) y, pocos días después, expuso que no había caso, que la portada no le parecía delictiva. Uno piensa que para tomar la decisión de secuestrar una revista, un juez debe estar convencidísimo de que hay delito y de que el daño causado por ese delito es mayor que el infligido a una democracia con el secuestro de una revista crítica con el poder. Pero como se trata de la Audiencia Nacional, todo puede ser empeorable. Y si de empeorar las cosas se trata, el campeón (reñido título) es Grande Marlaska.
Aprovechando las vacaciones del titular del caso Grande Marlaska ha ordenado la apertura de juicio oral contra los viñetistas: el titular pensaba que no había delito, pero Grande Marlaska aprovecha el mes de vacaciones que tiene del Olmo para imponer su criterio con una celeridad que para sí la quisieran otros acusados (por ejemplo, los de los periódicos que se han ido cerrando desde 1998, ninguno de los cuales ha pasado todavía por juicio oral). En el supuesto (lo desconozco, pero parece probable) de que las vacaciones de del Olmo coincidan con el mes de agosto, el titular se reincorporará el lunes, con lo que Grande Marlaska ha considerado que el caso era de tal urgencia que no se podía esperar dos días hábiles a que siguiera la instrucción y decidiera el titular del caso.
No es más que el enésimo suceso que retrata a la Audiencia Nacional. Es un tribunal de excepción creado con la excusa del terrorismo al día siguiente de la supresión del TOP franquista. Mientras el resto de los tribunales juzgan casos del ámbito territorial propio (los casos de Zamora se juzgan en Zamora), la Audiencia Nacional es el único tribunal que juzga de ordinario los hechos de casos de todo el Estado por el tipo de delito del que se trate. La excepcionalidad del tribunal ha generado muchísimas disfunciones, desde las frecuentes instrucciones chapuceras a la flagrante vulneración de derechos. Pero lo más destacado ha sido el constante salto a la fama de jueces que han convertido aquel tribunal en un reality show en el que los concursantes luchan por su cuota de pantalla. El estrellato de Garzón parecía insuperable hasta que vimos un artículo con portada en El País Semanal dedicado a la vida sexual y afectiva de Grande Marlaska, su sustituto a todos los efectos.
Si eso fuera un problema de vanidad, estaríamos ante algo venial; pero constantemente vemos cómo son los acusados los que sufren la guerra de egos. El caso de El Jueves y las prisas de Grande Marlaska no es sino una más: la necesidad de ser estrella hace que cada vez sean encarcelados más y más malos pensando más en el escarnio público que en el Derecho. Hubo una sala que paraba sistemáticamente los desvaríos jurídicos que realizaban al unísono Mayor Oreja y Garzón y el poder (judicial, ejecutivo, mediático) consiguió echar a esos jueces de la Audiencia Nacional (1); admito apuestas: algún día conseguirán echar también a Santiago Pedraz, el único juez del tribunal que atiende más al Derecho que a las portadas que le pueda regalar Rosa Montero.
Cuando el proceso de paz vasco permitía el optimismo, escribí que una de los acuerdos a los que esperaba que se llegara era la disolución de la Audiencia Nacional (2). Dado que ahora esa perspectiva parece oculta por los nubarrones, la disolución de ese tribunal de excepción se advierte como una cuestión de mera higiene democrática. Un tribunal en el que se sabe de antemano si uno va a ser absuelto o condenado de por vida en función de las ideas y personalidad del juez es la peor señal que puede emitir un Estado que no para de decir de sí mismo que es «de Derecho». La Audiencia Nacional no para de delatar a ese Estado.
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(1) Para quien no recuerde a aquella sala cuarta de la AN, puede encontrar una buena referencia aquí.
Ayer al enterarme de la noticia aluflipé, Hugo..
¿Ofensas al honor de la Corona? jajajajaja es que me mondo toa!!!! Ahora va a resultar que los principes no follan… jajajajajaja
Por cierto, feliz día del blog!
Evidentemenete no, Dña Maripuchi, los monarcas no hacen esas vulgaridades. O bien hacen uso de matrimonio con sus consortes, o bien fornican con l@s amantes. Follar es pa la plebe.
Se que no gustará en este foro mis opiniones rojo-monárquicas (1) pero… El delito de ofensa al presidente de la República existe (o existió) en Francia. De Gaulle lo aplicó unas 300 veces. Y tanto daba que un hombre al pasar gritara que se retirase (5oo F de multa) o que fuese un periodista que acabó ante un juez.
Evidentemente estoy en contra de la actuación de la AN, ya que una de las ventajas de la Monarquía es que cuanto más sacra es la institución, más divertida es la sátira. Exigimos más seciones fijas sobre los monarcas en El Jueves.
Lo que me gustaría saber es si existen Audiencias Nacionales en el resto de paises europeos o si esto no es más que una rémora franquista. Algun jurista en el foro?
(1) España es un Reino democrático de trabajadores de toda clase, nación y condición que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia bajo el reinado de su monarca correspondiente. // por definir la dinastía, ojo!//
[…] La doble vara de medir de la ANblogs.tercerainformacion.es/iiirepublica/2007/08/31/la-audie… por po78 hace pocos segundos […]
Un importante comentario.
Te he recomendado en el BlogDay
Evidentemente, coincido con lo extemporáneo de la Audiencia Nacional, pero más allá de su existencia, no creo que jueces como Del Olmo, Grande Marlaska o, en otro nivel, el murciano ese que anda jorobando a cuanta lesbiana u homosexual pilla por medio, actuasen de manera distinta si estuvieran adscritos a otros tribunales.
Yo creo que el problema más importante está en que la filosofía que informa la estructura judicial en España no cuenta con suficientes filtos que garanticen una mayor uniformidad en la aplicación de las leyes. El resultado de ello es la existencia de tan notorias desigualades entre casos condenables sobre los que se pasa de puntillas o directamente se fallan absoluciones o penas ridículas, y otros que reciben sentencias condenatorias con resultado de penas desproporcionadamente graves. Los casos de los sindicalistas asturianos, o el del director del periódico La Realidad, en Santander, son paradigmáticos de lo primero. La firme decisión de apartar al ex-ministro de Defensa Trillo de cualquier responsabilidad penal, sería uno de los muchos casos en el otro sentido.