Un lector llamado Eleuterio me mandó un correo electrónico ayer preguntándome por qué no había escrito sobre la propuesta de Sarkozy de aplicar la castración clínica a los pederastas. Le dije que había varias razones, pero que las principales son que no sé gran cosa al respecto y que cuando se sueltan esas brabuconadas se hace principalmente para generar debate y obtener, en ese debate, la imagen de duro entre los duros. Al parecer Eleuterio es de los pocos lectores de blogs que no tienen un blog, así que me propuso un punto de vista que no se me había ocurrido, pero que tiene su aquél.

Dice, y con razón, que en España la propuesta de Sarkozy ha sido jaleada por medios de comunicación como La Razón, la COPE y Libertad Digital y también por el Partido Popular, todos ellos vinculados orgánica o ideológicamente a la Iglesia Católica. Cuando se defiende la castración química se argumenta (para mí que erróneamente, pero es sólo una intuición) que la ausencia de erección limita enormemente los impulsos sexuales, pero más allá de eso no supone una merma vital: lo único que pierde el así castrado es su vida sexual (una parte de ella, habría que añadir), pero siendo su vida sexual patológica y tan dañina, esa pérdida sería equivalente, para quienes la defienden, a la de quien sufre una amputación para salvar su vida. Por ello la castración química no sería una salvajada.
Todos esos medios y ese partido, insiste Eleuterio, tienen una buena relación con el catolicismo, cuyos profesionales, los curas, son un colectivo estadísticamente destacado entre los causantes de pederastia. Pero con un añadido ajeno a las personas, pederastas o no, de otras profesiones: los curas hacen voto de celibato y rechazan la vida sexual fuera del matrimonio, por lo que, con el sacerdocio, los curas afirman renunciar a tener toda vida sexual. Por lo tanto, en el caso de los curas, la castración química no sería ninguna merma vital pues, si lo que argumentan los medios y el partido católicos fuera cierto, la única merma que sufrirían sería una pérdida a la que ellos mismos voluntariamente se habían comprometido.

Por ello me pregunta Eleuterio si quienes defienden que la castración química es relativamente inocua, que sólo afecta a la vida sexual pero que consigue prevenir la pederastia estarían dispuestos a iniciar una campaña para que, según reciba los hábitos, cada nuevo cura sea químicamente castrado. No entendería Eleuterio que su propuesta no sea bien recibida: el cura renuncia a su vida sexual con el sacerdocio y, según esta derecha católica, la única mutilación que genera la castración química es la de la vida sexual, por lo que en el fondo tal castración sería una ayuda para evitar el pecado. Y si fuera verdad que la castración química evita la pederastia, estaríamos previniendo muchos casos.

El mismo se contesta: rechazarán su propuesta, incluso la considerarán ofensiva, porque no se creen sus propios argumentos (ni sus propios votos). Yo añado que también la rechazarán porque bastante difícil tiene la Iglesia reclutar nuevos curas como para ponerles el cumplimiento de sus votos, pero reconozco que la idea de Eleuterio es seductora. Le prometí exponerla en el blog. Y lo prometido es deuda.