Uno de los ¿argumentos? más reiterados que ha aparecido estos días para responder a las críticas por lo hecho por el PSOE en Navarra es elrechazo del uso de la palabra «Madrid» mostrándose muchos ofendidos por la adjudicación a esta ciudad del sanbenito centralista. El jueves me contestaba uno que no me conoce y que por tanto no sabe que soy madrileño de Chamberí que «por aquí, por Madrid, estamos un poquito hasta los huevos de que se nombre a nuestra ciudad de esta y otras maneras parecidas». Uno de Teruel nunca habría empezado diciendo «por aquí, por Teruel», porque sabe que la mayoría de su auditorio no es de «aquí»: el madricentrismo es parte de lo que genera tirria por ahí fuera hacia «Madrid»; además es curioso que se asuma la primera persona del plural para expresar la opinión de los de «por aquí», al hablar de una ciudad que siempre presume (con bastante poca autocrítica) de heterogénea. Pero, en fin, lo importante es la crítica al uso que se ha venido dando a «Madrid» cada vez que se dice, por ejemplo, que la decisión de Madrid lleva al desastre al PSN y a Navarra.

Para no caer en el uso de la palabra «Madrid», al explicar lo de Navarra habría que decir que la decisión tomada en España perjudicará a Navarra. Supongo que esa frase molestaría mucho más, pues implica una cierta distancia entre España y Navarra. Pero es lo que de hecho ha pasado: se ha sacrificado Navarra a un bien mayor que es España (es decir: se ha sacrificado el gobierno navarro para que éste no perjudique supuestamente a la obtención del gobierno español: ¿alguien ha calculado cuántos independentistas han nacido desde la comparecencia de Pepe Blanco?). Pero ocurre que estamos tremendamente habituados a nombrar a los órganos de decisión por el lugar donde tienen su residencia esos órganos. Decimos que Washington ha decidido tal o cual cosa (en vez de «el gobierno estadounidense») o que existe un eje París-Berlín. Incluso los vascos hablan de Lakua, para referirse al Gobierno vasco. En la calle Ferraz estaba hasta hace poco la sede del PP del distrito de Moncloa-Aravaca (no sé si sigue allí, porque su web se actualizó por última vez la víspera del 20-N de 1998). Es decir, ni todo Ferraz es socialista ni el PSOE es sólo una calle. Pero en cambio no he oído reproches ni ofensas por hablar de «Ferraz» para referirse al PSOE. Todos entendemos la figura retórica sin problemas.

Parece como si a los madrileños nos ofendiera que se recuerde nuestra condición de capital estatal. Sin embargo, la riqueza de la ciudad se ha construido directamente sobre su capitalidad. A diferencia de otras grandes ciudades, en Madrid no hubo industria ni una burguesía emprendedora… Madrid era una pequeña villa que creció y se enriqueció gracias a acoger a la Corte. Hoy día también recoge importantes beneficios económicos por el hecho de ser el centro político y administrativo en el que se reúnen (y gastan) quienes detentan poder económico y político. La capitalidad genera también ciertas molestias: las manifestaciones de quienes se quieran hacer ver ante la administración central se hacen en Madrid, lo que molesta mucho a algunos y, según he comentado, parece que a algunos les molesta mucho que se hable de «Madrid» en tanto que lugar donde se toman las decisiones centralizadas. Además, de vez en cuando hay que cortar el tráfico para que pase la escolta de tal o cual ministro, presidente o miembro de la real familia, ninguno de los cuales está dispuesto a ser víctima de un atasco o semáforo.

Todo eso tiene una solución bastante sencilla en la era de Internet y de las comunicaciones instantáneas. Como soy bastante liberal estoy a favor de descabezar todas las colectividades con las que me encuentro. También estoy, por lo tanto, a favor de descabezar geográficamente a España. Y no termino de entender que las sedes del Ministerio de Agricultura y de la Armada española estén en Madrid. Por eso creo que sería muy buena idea trasladar las sedes ministeriales de forma que no hubiera dos Ministerios en la misma Comunidad Autónoma repartiéndonos así la riqueza y las molestias generadas por las instituciones. Así habría menos equívocos y podríamos decir, ante una decisión tomada por el Ministerio de Trabajo que es una orden de Albacete; o explicaríamos que una multa de Medio Ambiente viene de Fuerteventura. Seguro que ello no molestaría en Albacete ni en Fuerteventura.

¿Estamos los madrileños, tan susceptibles con que se nos asocie con los centros de decisión, dispuestos a una transformación así? ¿O queremos que las decisiones se sigan tomando en Madrid, pero nos molesta que haya quien diga que efectivamente se toman en Madrid?