Tres noticias de los últimos días permiten hacer una radiografía notable de la brillantez estratégica que atesoran quienes decidieron hace siete semanas poner fin a la tregua que hubiera permitido una salida digna a ETA. Por una parte ayer detuvieron a otros tres miembros de ETA, parece que bastante relevantes; son las enésimas detenciones que se producen en estas siete semanas, a la espera de que detengan al chico que llevaba los explosivos en un tupper en su viaje en taxi por Castellón. Por otra parte, ETA consiguió ayer realizar su primera acción tras las ruptura de la tregua: fieles al tupper colocaron medio kilito de amonal en un bosque cerca del itinerario del Tour; dado que la cantidad de explosivo era menor que la de testosterona que se habían metido un par de los integrantes del pelotón, prácticamente ningún medio de comunicación les hizo el menor caso. Es conmovedor el relato del alcalde de Izaba, el pueblo más cercano, que recogió ayer Gara: «El alcalde de Izaba, Angel Luis de Miguel, aseguró que, según la información que ha recibido él, las explosiones habían sido propias de «dos petarditos»». La tercera noticia la recogía ayer Tercera Información citando a ABC: numerosos militantes y simpatizantes de la izquierda abertzale habrían hecho saber a Batasuna que en caso de matar ETA a alguien ellos se negarían a respaldar el asesinato y dimitirían o condenarían el mismo: posiblemente una vez más no lleguen a tener la coherencia deseable llegado el caso, pero es evidente que si ETA esperó a romper la tregua pasadas las municipales es porque sabía que ese paso iba a generar malestar entre gran parte de la izquierda abertzale. Algo de esto debieron pensar Arnaldo Otegi, ANV y Batasuna cuando tras la declaración de ruptura de la tregua insistieron en que el proceso y el diálogo eran el único camino (eso sí, lo dijeron urbi et orbi y no a ETA, que es la que debía dar contenido a tales palabras)
Así, la ruptura de la tregua ha conseguido de momento tres cosas: mostrar la fortaleza del Estado, mostrar la debilidad de ETA y generar una posible división entre sus afines.
El problema es que, llegados a este punto, ETA tiene escasas salidas. Tras la desastrosa decisión de dar por finalizada la tregua ETA tiene muy difícil la vuelta al camino de un proceso de paz sin que sea evidente que un hipotético nuevo comunicado renunciando a la violencia sonara a nada distinto de una rendición. Ni los optimistas más impenitentes podemos pensar que ETA daría ese paso afrontando unas negociaciones en clarísima posición de debilidad: cabría incluso que el Gobierno se negara ahora a negociar amparándose en el resultado de lo sucedido entre 2006 y 2007.
Aún en el supuesto de que una cabeza inteligente se diera cuenta de que fue un tremendo error para sus propios intereses y que cuanto antes potencien un escenario análogo (siempre en peores condiciones para ellos) mejor podrán salir del lodazal, probablemente piensen que la única forma de afrontar una nueva tregua (a saber con qué adjetivo que superara el de permanente) sea cargarse de fuerza negociadora, para lo que necesitarían un atentado espectacular o directamente algún asesinato. Desgraciadamente no parece haber otro horizonte previsible. Ahora bien, en estas semanas sin tregua ETA ha debido de ser consciente de que cada intento de atentado ha sido previsto por el Estado y ha generado detenciones de etarras; si efectivamente su intención es matar a alguien, sabe que el precio serán varias detenciones hasta que lo consiga.
El callejón sin salida en el que se ha metido ETA es espectacular. La solución es muy difícil: sin duda para ellos, lo cual da bastante igual sobre todo porque ellos mismos se han metido en ese callejón sin que nadie se lo pidiera. Pero también es una situación muy difícil para aquellos en cuyo ánimo esté evitar que se produzcan las muertes que tarde o temprano conseguirán cobrarse. Si no viniéramos de donde venimos, me animaría a pedir al Gobierno un gesto como el que emitió Aznar tras la ruptura de la tregua en 1999 en el que ofreciera cierta inmerecida generosidad si inmediatamente ETA renunciara para siempre a emplear sus armas. Sería la única posibilidad de que ETA viera una puerta abierta por la que salir del atolladero en el que ella sola se ha metido sin causar más dolor del que ha causado en todos estos años.
Pero venimos de donde venimos. Estamos donde estamos: con cada detención el Gobierno se siente más fuerte. Tras las detenciones de estas semanas ya no está en manos de un posible atentado de ETA, que fuera utilizado por la oposición miserable para mostrar que ETA tiene en jaque al Estado por culpa de ZP. Las detenciones de estas semanas muestran el ridículo de quien dijo que cada detención era milagrosa y un nuevo atentado de ETA reforzaría, como siempre hizo, al Gobierno.
Si en otras condiciones el Gobierno renunció a dar pasos valientes, en éstas sería una imbecilidad tener expectativas positivas. Así que a esperar.
Los tiempos han cambiado y el terrorismo de ETA es demasiado local para un momento como el actual, que tiene la vista puesta en el próximo golpe del terrorismo internacional de corte islamista. Así que, bajo este prisma, comparto tus opiniones, aunque yo sí me confieso optimista -todo sea que tenga que pedir disculpas por esto en un plazo breve de tiempo….