Anda mucha gente irritada con quienes deciden introducir en su lenguaje la distinción de género sin aceptar que el plural masculino incluya el femenino. El paradigma de este lenguaje es Ibarretxe con su «los ciudadanos y las ciudadanas vascos y vascas». Probablemente no sea un recurso demasiado estético, vaya contra la economía del lenguaje e incluso puede que sea ineficaz (pues más bien parece que son los prejuicios sociales los que modifican espontáneamente el lenguaje y no al revés: daría para una interesante discusión). De todas formas nadie puede negar la buena intención del recurso linguístico, que sólo aspira a utilizar el lenguaje como uno de tantos instrumentos para fomentar la igualdad entre mujeres y hombres.
Sin embargo hay otro recurso que se ha puesto de moda en los últimos años que consiste en anteponer la coletilla «el mal llamado» a cualquier cosa. La coletilla pretende mostrar el carácter crítico del orador, pero como casi nunca queda explicada, no deja de ser simplemente una apostilla pedante e irritante detrás del cual no suele haber ningún tipo de pensamiento crítico. Pues lo lógico sería que si uno cree que algo a lo que mucha gente llama «perro» es en realidad un gato diga «el gato» en vez de «el mal llamado perro»: con poner una nota al pie en la que se explique por qué consideramos que semejante cuadrúpedo es un gato y no un perro habremos mostrado que utilizamos el lenguaje con algún criterio y sin ansias de molestar por molestar.
Ocurre, sin embargo, que en general se suele utilizar «el mal llamado» simplemente para criticar que se llame a lo que sea de forma alguna. No es una coletilla que muestre pensamiento crítico, sino la voluntad de evitar todo tipo de pensamiento. El ejemplo más claro que recuerdo lo puso ayer Aznar en una emotiva lectura de un texto con las gafas y el tono de voz que se pone para disfrazarse de intelectual. Dijo Aznar que «el mal llamado alto el fuego permanente no era más que una tregua» que habría servido a ETA para rearmarse. Vaya. Recuerdo que cuando ETA declaró el alto el fuego la bien llamada derecha se irritaba cada vez que alguien utilizaba la palabra tregua: la tregua, nos decían, se da cuando hay dos bandos en guerra cuando los dos deponen temporalmente las armas, y éste no es el caso, decían muy críticos. Pues ahora ya sabemos: para ser finos con las palabras tenemos que volver a usar la palabra tregua. Pero tengamos clarísimo que cuando usemos la palabra tregua nos dirán que la mal llamada tregua debe ser llamada proceso de paz, por ejemplo.
Se me ocurren decenas de ejemplos de cosas que tienen un nombre y no responden en absoluto al perfil que indicaría el nombre. Entre los ejemplos más sangrantes estarían en la actualidad el Defensor del Pueblo y la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Por no hablar del Partido Popular, al que podríamos llamar el Partido mal llamado Popular. Pero entonces evitaríamos los aspectos concretos por los que criticamos la acción de tal partido para centrar la atención en los aspectos más superficiales y meramente cosméticos, que es lo que hizo ayer Aznar en ese mal llamado foro de pensamiento que es la FAES.
Totalmente de acuerdo.
Me arde la sangre de ver en un montón de tertulias televisivas, como algunos petrimetes hacen del lenguaje una cortina de humo para tapar su falta da argumentos o su total falta de conocimiento sobre los temas a debate.
Se ha creado una nueva raza, la de los super-tertulianos, personajes que saben de todo, y que como sabios o profetas deben ser escuchados y tenidos en cuenta en la sociedad, conductores de los nuevos rebaños que prefieren el camino fácil, pensar como dicen que hay que pensar unos cuantos tertulianos y no pensar por sí mismos.
Además, por alguna razón que no entiendo del todo, esto se da más entre los tertulianos más cercanos a la derecha.