Ayer Cañizares dio el pistoletazo de salida a las elecciones del 2008. Realmente no sé de qué se puede quejar Cañizares en esta legislatura: le han subido la financiación pública a su chiringuito y los niños y niñas siguen estudiando catequesis católica en los colegios pagando todos los sueldos de los profesores que elige la Iglesia. Todo le ha ido bien, salvo que no gobierna el brazo político de la Iglesia. Así que, en vista del éxito que supuso anunciar el apocalipsis cuando se aprobó que para casarse no había que comprobar los genitales de los cónyuges, ayer nos anunció el nuevo apocalipsis de la temporada 2007-2008: la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Por cierto, nadie está reparando en que desde hace unos años es obligatoria la asignatura Ética: ¿por qué esa asignatura no era adoctrinamiento moral del Estado y Educación para la Ciudadanía sí? Ningún obispo se quejó por la existencia de esa asignatura.
Cañizares expuso con mucha energía una nota que ha sacado la Conferencia Episcopal: los argumentos de Cañizares eran básicamente que esta asignatura es una muestra más del tan traído relativismo moral y que el Estado no debe adoctrinar en cuestiones de moral, que deben quedar para los padres y acaso para los propios niños.
Lo contrario del relativismo moral es el absolutismo moral o la amoralidad: si no hay multiplicidad de sentidos morales todos igualmente válidos es porque, o bien hay una sola moral verdadera o no hay moral alguna, sino una serie de códigos que adoptamos libremente para convivir: más allá de lo que garantice la convivencia entre iguales no habría nada que decir (realmente este sentido no se diferenciaría demasiado en la práctica del supuesto relativismo moral). Una religión monoteísta como la católica se apunta claramente a la existencia de una moral única y verdadera revelada por Dios: absolutismo moral. Por entendernos: yo estoy en contra de que mi charcutera pueda matar a mi frutero porque no creo que mi charcutera sea superior a mi frutero y por tanto la charcutera no puede disponer de la vida del frutero. En cambio, como tampoco yo soy superior a mi charcutera ni a mi frutero no me meto en si se acuestan juntos o no. Cañizares está en contra de que mi charcutera se cepille a mi frutero (en cualquiera de los dos sentidos: asesinato o fornicio) porque es pecado porque lo ha dicho Dios: los humanos no pintamos nada en eso, sólo debemos obedecer lo que dijo el dios en el que dice creer Cañizares.
Pues bien, frente al relativismo moral, la solución no es lo que dice Cañizares que propone: que sea cada familia la que adoctrine moralmente: no, lo que Cañizares tendría que pedir es que haya una educación moral para todas las criaturas por las que tanto se preocupa de acuerdo con los criterios universales cuya existencia él defiende con tanto ardor. En cambio, los que nos pretendemos ubicar en una ética laica, liberal e ilustrada (algo de lo que podemos sospechar que Cañi no sabe nada) sí pensamos que a los niños y a las niñas no hay que adoctrinarles en qué está bien y qué está mal, sino hacerles comprender que ellos no son superiores, pero tampoco inferiores, a nadie y que por tanto tienen que adoptar lo público como propio (propio de ellos y de los demás, pero no de un líder ajeno al que no tienen nada que decirle), respetar como a un igual a quien tengan al lado y exigir respeto a quien le tome por un inferior. Ni más ni menos: eso es ser un ciudadano.
En fin, dice Cañizares que las cuestiones morales deben enseñarse de acuerdo con lo que crean las familias de los niños. Cuando Cañizares habla de cuestiones morales no se refiere a asesinar o a mentir, sino a masturbarse, yacer con gente del mismo sexo,… Pues bien, tengo clarísimo que el Estado no me debe decir si eso está bien o mal… pero las familias tampoco: masturbarse o ser homosexual es una opción que corresponde únicamente a quien le toque ejercerla. No a sus familias: ningún padre tiene derecho a decirle a sus hijos que sean heterosexuales y que no se masturben; ni tampoco puede exigirles que sean homosexuales y que cumplan con su pajilla diaria (aunque sospecho que este segundo caso, que es el que aterra a Cañizares, no se da nunca).
Lo único que la sociedad entera debe explicarles en ese terreno a los niños y a las niñas es que nadie tiene derecho a decirles, en ese terreno, que su opción es la buena o la mala; y que tampoco ellos tienen derecho a criticar a nadie por ser homosexual, pajero, abstinente o heterosexual, porque son cuestiones en las que un ciudadano debe tener absoluta libertad.
Es lo que ocurre con los entornos del nacional-liberalismo: que, con la boca llena de la palabra ‘liberal’, pertenecen a un mundo que está en las antípodas del liberalismo. Cañizares no aprendió a ser ciudadano sino a ser pastor o borrego. Y eso es lo que quiere transmitir a los hijos de los otros.