Desde hace varias semanas está en marcha un grupo creciente de personas que estamos trabajando para intentar llevar a Aznar a juicio por la Guerra de Irak. La razón por la que queremos ir contra este mentiroso en concreto no es que Blair y Bush nos parezcan entrañables y bonachones mientras que a Aznar le tengamos una tirria personal espantosa. Es conocida la frase atribuida a muchos presidentes de EEUU y referida a cualquiera de los dictadores que han ido colocando por el mundo según la cual el dictador de turno «es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». El hecho de ser nuestro hijo de puta sería un eximente: hay que ir a por los hijos de puta ajenos y dejar a los nuestros en paz. Yo adopto el punto de vista exactamente antagónico al de ese presidente y al de todos aquellos a los que se les atribuye la frase, pues si no la pronunciaron actuaron como si la tuviesen en mente todo el rato: creo que primero hay que ir primero a por nuestros hijos de puta, para dejar(nos) claro que no son nuestros, sino, simplemente hijos de puta. Además, ir contra el hijo de puta doméstico (en las distintas versiones de lo doméstico: de nuestro país, de nuestro grupo político,…) puede resultar mucho más factible que ir contra el hijo de puta que uno tenga más lejos: no sé si conseguiremos juzgar a Aznar, pero tengo claro que si este grupo de ciudadanos del Estado español se pusiera a trabajar sólo para juzgar a Bush no tendría ninguna posibilidad. Pero ello no quiere decir que a los hijos de puta ajenos haya que tenderles una alfombra roja y ponerlos en un pedestal por no ser nuestros. Todo lo contrario.
En 2003 se decidió en las Azores bombardear Irak, invadir el país y generar una guerra civil. El anfitrión de aquella cumbre asesina, el entonces presidente portugués Durão Barroso es el presidente de la Comisión Europea desde el año siguiente a la cumbre; mientras, Javier Solana, secretario general de la OTAN mientras ésta bombardeaba Yugoslavia, es el responsable de la política exterior europea. Pues bien, ahora Sarkozy anda difundiendo la idea de nombrar a Blair presidente de la Unión Europea, nuevo cargo que pasaría a existir si fructifica la cumbre de este fin de semana. No voy a entrar en el carácter absolutamente antidemocrático de un cargo presidencial elegido mediante acuerdos entre presidentes estatales y no mediante elecciones limpias y transparentes entre los europeos; tampoco en lo miserable que piensa Sarkozy que es Blair, ofreciéndole el cargo personal para que ceda en la negociación de la revisión del viejo tratado constitucional, porque por una vez creo que Sarkozy lleva razón al pensar así de Tony Blair: imaginemos que los presidentes autonómicos se reunieran y decidieran que, sin votación ni nada, fuera presidente del gobierno español Ibarretxe pensando que así aceptaría que el estatuto de Gernika es suficiente y renunciaría a las políticas para las que fue elegido (perdóneme el lehendakari por la injuriosa comparación: ésta se limita a las posiciones de ambos como gobernantes de una parte del conjunto que no se encuentra a gusto con el grado de unidad que se les exige).
Con ser muy problemática la radical ausencia de democracia en la UE (y la inexistencia de presión para que se democratice), resulta muy revelador cómo la Unión Europea va premiando con cargos a quienes hayan ejercido de vasallos de Estados Unidos en sus mayores crímenes. Muestra bien claramente cómo se está construyendo la Unión Europea: con las palabras ‘democracia’ y ‘derechos humanos’ en todos los textos y en ninguno de sus hechos.