Rafael García era un hombre bastante estudioso. Desde que estaba destinado como párroco en el pueblo toledano Villanueva de Bogas la atención espiritual a sus escasos 800 habitantes le dejaba bastante tiempo para leer los periódicos y cultivarse. En el último año se había dedicado al estudio de la historia de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Así había labrado una estrecha amistad con el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, con quien hablaba muchas veces sobre los temas que Rafa leía.
Pero Rafa, como se le conoce en el pueblo, no es una rata de biblioteca de esas que no aprovecha lo que lee para pasar a la acción. Se diría, aunque erróneamente, que había leído a Marx: en el fondo estaba de acuerdo en aquella frase según la cual «los filósofos hasta ahora solamente han interpretado el mundo; de lo que se trata, sin embargo, es de transformarlo». Él sustituiría la palabra filósofos por sacerdotes y daría un significado distinto a la idea de transformar el mundo. digamos que él redactaría la frase de una forma más llana: «Leer pa na es tontería».
Rafa llegó muy orgulloso y un poco acelerado al despacho del arzobispo con un ejemplar de su cartita. Toño, como se le conoce en el arzobispado, interrumpió su conversación y colgó el teléfono para escuchar a Rafa.
-Mira, lo que te he traído: es una copia de la carta que he enviado a todos los parroquianos. Mira, mira, échale un ojo.
-Rafa, no me jodas, menuda la has armado. ¿No sabes que viene hoy en El País?
-No, Toño, yo no leo El País. ¿No le estábamos haciendo boicot?
-Bueno, eso son cosas del partido. Pero mira -Toño despliega la hoja del periódico- has conseguido que salga Villanueva a toda página.
-Ah, pues yo no les he hecho declaraciones por lo del boicot. ¡Que están acojonados, Toño!. Les he dicho a los del pueblo que o sus hijos hacen objeción de conciencia a Educación para la Ciudadanía o no podrán ir a catequesis.
-Ya.
-Lo estuve pensando el domingo pasado en el bar: si llevas a tus hijos a que les adoctrinen con ideas rojas, luego no pidas que venga yo a iluminarles con la verdad de Cristo.
-¿Y hay muchos niños en Villanueva?
-No, qué va. Si los jóvenes se han tenido que ir todos a la ciudad. Niños hay pocos, pero hay que dar ejemplo.
-Lo que pasa es que con esto del periódico la gente va a pensar que esa va a ser nuestra política en toda España: si vas a clase, no vengas a la parroquia.
-¡De eso se trata, Toño! Mira, yo he estado leyendo cómo hemos reaccionado ante otros virus parecidos. ¿Sabes lo que hizo la Iglesia cuando se unificó Italia? Dijo que votar en las elecciones italianas era pecado. Y aquí en España igual.. apenas hace siglo y cuarto de la publicación del libro «El liberalismo es pecado»; cuando entraron los gabachos fue Quintano, el obispo de Orense, el que propuso como reacción la objeción de conciencia de entonces (o sea, restaurar la monarquía absoluta)…
-Ya, Rafa, pero…
Rafa saca de su maletín unas notas que siempre tiene a mano.
-Mira, mira: «El obispo de Urgel me escribe con temores grandes de los muchos francess que se introducen por aquella parte sembrando máximas de libertad que agradan a todos los hombres». Esto lo escribió Floridablanca. ¡Parece escrito hoy! ¡Prueba a cambiar «franceses» por «rojos»!Por no hablar del padre Cádiz. Mira lo que dice aquí, en su libro El soldado católico en guerra de religión: dice que matar a un francés es ejercer la justicia de Dios, lo llama «malicidio»… Lo de mi carta es una mariconada, Toño.
-Ya, Rafa, pero hay que tener cuidado… Ahora que estamos perdiendo clientes…
-Pues de eso se trata, que vean que somos gente de principios y vengan a nosotros: como hace Federico y mira qué audiencias tiene.
-Pero no es lo mismo, coño, Rafa. Una cosa es que los cabreemos que da gusto, que intentemos que pierdan los maricones estos del gobierno, que hagamos manifestaciones: ¡Que tú mismo me contaste que era la primera vez que la Iglesia se manifestaba en la Historia! Que la gente vea que no somos licenciosos está bien. Pero no podemos decirles que o incumplen la ley utilizando para ello a sus hijos o no los aceptamos en la Iglesia. Porque nos quedamos en bragas, Rafa: que me conozco yo a la gente y no haría objeción ni Dios.
-Si les convencemos de que la ley es injusta…
-Todo lo que quieras, Rafa. Pero ¿tú crees que se van a arriesgar a que sus críos tengan que repetir curso para hacer la primera comunión? No hombre: los llevarán a clase y perderemos mucha clientela. No, no les puedes obligar a saltarse la ley. Hay que decirles que la asignatura es pecado y que es mejor que objetes, pero no podemos ser bestias.
-Ya, vaya… Si quieres mando otra carta diciendo que sacaron de contexto la anterior…
-No, mira. Vamos a hacer de la necesidad virtud. Saco yo una nota rectificándote. Así parece que soy del lado menos ultramontano de la Iglesia, que soy un tipo razonable. Y tú no te preocupes, que seguro que los de tu pueblo están encantados de haber salido en el periódico. Aunque sea en ése.
Rafa salió un poco desconcertado de la entrevista. Volvió a revisar en sus lecturas para pensar cómo reaccionar. Encontró un pasaje que, en adelante le sería de gran ayuda. Fue al volver Fernando VII, cuando preguntó a los católicos reaccionarios por sus inquietudes intelectuales: «¡No, majestad!», le respondieron los súbditos «¡Lejos de nosotros el funesto hábito de pensar!». Pues a partir de ahora, eso.