Ayer (seis días antes de las elecciones, pues de eso se trata) Fernando Savater y otros intelectuales de la talla de Rosa Díez anunciaron que inician en Euskadi los mismos pasos que se dieron en Catalunya hasta la constitución de Ciutadans, con el objetivo de confluir con la fuerza de los 90.000 votos más publicitados de la Historia.
Por una parte me alegro de que Savater se pase sin tapujos al campo de la propaganda política, pues hace tiempo que viene renunciando al pensamiento crítico para instalarse en una exposición de sus filias y fobias (por resumir: caballos y nacionalismo vasco). Mantiene discusiones en las que su argumento más contundente es llamar cretino al otro, sin aclarar por qué una parte concreta de la argumentación del otro es una cretinez: siempre se basa en el muy filosófico argumento ad hominem. Probablemente el suicidio del intelecto savateriano se produjo el 12 de marzo de 2004. Ya se conocía el hallazgo de la furgoneta con la cinta del Corán y detonadores y la gente con una mínima actitud crítica ya tenía claro que lo más probable es que ETA no tuviera nada que ver en aquéllo; pero da igual, pues aunque hubiera sido ETA, sólo ETA sería la responsable. Aquel día Savater publicó en El País un artículo titulado Autopsia en el que repartía culpas de los atentados entre todos los que se habían opuesto a la política del PP: desde Carod Rovira («Pero yo le oí a Carod Rovira que ETA es ‘un movimiento independentista vasco que recurre a la lucha armada'») siguiendo por los nacionalismos con complicidad de la izquierda («Resultado de mi autopsia: el país más descentralizado de Europa es el más amenazado por la fragmentación nacionalista, que en todas partes está considerada una abominación reaccionaria salvo aquí, en donde es de izquierdas y constituye una alternativa de progreso») hasta culminar, por fin, con los titiriteros, que diría Jiménez Losantos («Escuchemos a nuestros intelectuales y artistas para quienes lo verdaderamente intolerable es la política del PP: en cuanto se acabe con ella reinará la armonía»). Publicar aquello veinticuatro horas después de los atentados (cuando todavía todos nos sentíamos solidarios con las víctimas -o eso decíamos-) no era una mera exposición de posturas: era lanzar los perros contra los enemigos. Preguntado meses después por el texto, Savater afirmó que es uno de los artículos de los que más orgulloso se siente.
Un pensador crítico, ilustrado, liberal, somete al implacable juicio de la razón sus argumentos. Savater desde hace mucho no hace eso: expone sus fobias y las machaca cruelmente, dejando intactas sus filias hagan lo que hagan. ¿Alguien ha leído algún texto de una agresividad mínimamente savateriana contra el bombardeo de Irak? ¿Volvió a escribir sobre el 11-M cuando se supo que no eran sus malos? ¿Ha escrito algún texto crítico contra las incontables mamarrachadas de Mayor Oreja, a quien quiso colocar de lehendakari?
Ya está creando su partido (¿cómo se llamará? ‘Ciudadanos del País Vasco’ se dice Euskal Herritarrok y la marca ya está registrada). Si usted se encuentra por la calle a Savater dígale que usted vota a su partido: si no, será tachado de tonto, cretino, cómplice, analfabeto y gafotas. Es el lenguaje de Savater: el que mira por encima del hombro, afirmando su superioridad de criterio, separando entre fieles e infieles. Al pensador se le puede hacer ya la autopsia: Savater ya no es un pensador, sino un sacerdote que imparte doctrina.
NOTA: Aunque lo he enlazado en la columna derecha (la de abajo del todo para quienes todavía usan el Explorer), no me resisto: recomiendo vivamente el vídeo que hay en el blog Músico, Poeta y Loco, en el que se demuestra que los Simpson saben de qué marca son las bombas que caen sobre Irak.