En el portal de Unidad Cívica por la República (portal que me honra publicando también algunos textos de este blog) apareció el jueves un texto de Julio Anguita titulado El Laberinto Vasco en el que presenta el problema que termina siendo central en la política española para exponer al final una serie de cuestiones abiertas al debate sobre las que reflexionar: después lo he encontrado en otras páginas como Rebelión, La República y el Colectivo Prometeo, al que pertenece Anguita. El texto es extenso para lo habitual en la red, pero absolutamente sintético en la exposición de la historia del problema centrada en las distintas ETAs, y de la situación actual. En papel ocupa diez folios por las dos caras, así que recomiendo su lectura vivamente a quienes quieran encontrar información y datos que enriquezcan la opinión: la de Anguita no se muestra en el texto más que lo imprescindible en todo relato de hechos (evidentemente la propia elección de textos, de palabras, trasluce la opinión del autor, especialmente en un tema que tan frecuentemente se decide en las vísceras como el vasco). Como viene siendo habitual en las últimas producciones intelectuales de Anguita (sus memorias, el Manifiesto Programa) no da conclusiones cerradas, sino que propone temas sobre los que debería discurrir el debate (lo cual, por cierto, choca frontalmente con el dogmatismo que le atribuyen los enemigos de Anguita). En este caso plantea diez cuestiones como vertebradoras de las reflexiones para afrontar el asunto vasco. En ese apartado sólo echo una de menos: el papel de las sociedades civiles vasca y española en el impulso del diálogo y la paz. Alguna de las reflexiones planteadas (El derecho de Autodeterminación y las posibilidades de su encaje en la vigente constitución. Los pactos suscritos por el Reino de España) fue abordada aquí con la excusa de la última propuesta de Arnaldo Otegi. En alguna otra (en concreto, la situación de Iparralde) considero que me faltan conocimientos para reflexionar sin repetir frases hechas de las que yo no sería autor en absoluto. En todo caso tomo el documento de Anguita como guión que usaré tranquilamente en próximos días para aportar modestamente mis ideas aunque, como en los exámenes universitarios, no necesariamente en el orden propuesto en el texto.
Empezaré hoy, de hecho, con el tercer tema:
¿Qué proceso está en vigor? ¿Qué pasos se han dado? ¿Quienes?
En primer lugar, a estas alturas cabría preguntarse si hay proceso en vigor. En el asunto vasco suelo equivocarme por dejar caer mi razón en el optimismo que sólo debería guiar a la voluntad: en estos momentos, por ejemplo, creo que hay indicios de que algo hay. Desde luego algo se está moviento en la izquierda abertzale: las propuestas de Otegi de autonomía de las cuatro provincias de Hegoalde dentro del Estado español (junto con la lanzada en Iparralde de autonomía de aquellas tres provincias) pretende lanzar un guante que es difícil no recoger por parte del Gobierno. Asimismo, desde que pocos días después del atentado de Barajas hubo algún aberrante comunicado de ETA, no hemos tenido noticias de ningún tipo sobre la organización: ni comunicados, ni bombas, ni robos de armas ni de explosivos… Daría la impresión de que hay movimientos subterráneos que pueden ser de dos tipos no excluyentes: o un proceso de reflexión interna tras el bombazo de Barajas o un relanzamiento del diálogo con el Estado. Sin duda, la quietud refleja algún tipo de movimiento. Por parte del Gobierno hay algunos indicios de posturas abiertas a un relanzamiento del diálogo: la negativa a ilegalizar EHAK-PCTV, la tibieza mostrada por el Gobierno en cuanto a la condena de de Juana (mientras que en pleno proceso la fiscalía pedía 96 años de cárcel por los dos artículos) y el agradable silencio de Rubalcaba permiten pensar que no es cierto que estén cerradas todas las puertas según se aseguraba en los primeros días de enero.
El proceso que estaría en vigor según nuestros deseos, no estaría obedeciendo a la lógica de dos procesos que defendí hace un mes siguiendo a Patxi Zabaleta ni a la razonable propuesta metodológica de Anoeta. En ambos casos se planteaba la separación de dos problemas a resolver por separado que se han venido en llamar la normalización política y la pacificación. Frente a esta utilísima separación tanto ETA como el Gobierno parecieron preferir que el diálogo se centrara en la resolución del asunto político. Aún a riesgo de ejercer de sicólogo barato, las razones podrían ser que ETA se niega a conceder el liderazgo político de la izquierda abertzale a Batasuna y que el Gobierno se guía por las encuestas que decían que a los españoles les molestan menos las cesiones en asuntos de organización política que en asuntos penitenciarios. Así, en nueve meses de tregua ni ETA dejó de abastecerse, ni cesó más que en un principio la kale borroka ni se acercó un sólo preso hacia el País Vasco, ni se modificó, por ejemplo, la Ley de Partidos. En cambio, según se ha filtrado después, sí ha habido avances en cuanto a la constitución de la mesa de partidos y la propuesta autonomista de Batasuna es, necesariamente, fruto de los avances en ese campo.
Por muchos impedimentos que haya de todo tipo, es necesario que el Gobierno obedezca menos a los dictados de las encuestas que a las estrategias razonables de pacificación, dejando en el PSE y el PSN su interlocución política y siendo razonablemente flexible en la política de represión, así como anulando de una vez la Ley de Partidos fomentando una verdadera ley de partidos, tan necesaria para la democracia. Por su parte, ETA debería asumir su condición y limitarse a negociar sobre los asuntos que le competen: su progresivo abandono de las armas y el futuro de sus miembros; Batasuna, por su parte, debe asumir la responsabilidad que le toca e imponer su liderazgo político en la izquierda abertzale. Si bien en el ámbito de la pacificación hay sólo tres agentes (el Gobierno central, el Gobierno autonómico vasco y ETA) en el ámbito de la normalización política deben estar presentes todos los partidos que no se excluyan a sí mismos. Probablemente tengan mucho que aportar partidos como Eusko Alkartasuna, Ezker Batua- Izquierda Unida y Aralar tanto en aportaciones propias como en una posible labor de intermediación: en los nueve meses que fueron de marzo a diciembre su papel no fue más que subsidiario y básicamente aquiescente.
Posiblemente sea más fácil avanzar con un menor número de interlocutores y una centralización mayor de los ámbitos de discusión: eso sucede cuando entre Gobierno y ETA se cocinan todo el asunto. Pero cuando la negociación se lleva por cauces diversos y entre multitud de agentes, los pasos, aunque más difíciles, son mucho más sólidos.