Entre ayer y hoy Ramón Cotarelo desplegó unos estupendos textos a favor de los símbolos nacionales de la izquierda (el Himno de Riego, la tricolor) frente a los de la derecha, la bandera e himno oficiales, los de los vencedores en la Guerra Civil (esa bandera tiene tres posibilidades de escudo en el centro: el águila de San Juan para quienes quieren demostrar su simpatía con Franco, el que marca la Constitución de 1978 para quienes buscan una mínima legitimidad democrática y el toro de osborne para quienes prefieren no tener que definirse entre ambos extremos). En pocos días he escuchado en la siempre oficialista Cadena Ser dos alegatos a favor de los símbolos de la izquierda: el antropólogo catalán Manuel Delgado respondió que esos símbolos (la bandera española de los republicanos y el Himno de Riego -añadió la Internacional-) eran de los pocos que le podían emocionar; una oyente, llamó a los pocos días cuando preguntaban en un programa por la melodía que tenía cada uno en su móvil para decir orgullosa que ella tenía en el móvil el Himno de Riego tocado por su marido a la guitarra. Por su parte, un comentarista de extrema derecha decía en este blog hace poco que estaba a favor de una república siempre que no tuviera por bandera la tricolor.
Cada vez más creo que el uso de símbolos nacionales distintos por parte de nuestra derecha y nuestra izquierda evidencian una realidad: las dos Españas son, en efecto, dos naciones. Hay diferencias en lo cultural, en valores, en Religión, en Historia… Incluso, visto el uso que hace la derecha de palabras como “democracia”, “libertad”, “corrupción”,… se diría que aunque nominalmente se llamen igual, los dos idiomas que habla una y otra España no son el mismo. Hay un abismo que hace que los que nos sentimos en una de las dos españas veamos a los miembros de la otra no sólo como adversarios políticos, sino también como extranjeros a los que cuesta comprender. Con motivo del aniversario de la I República señalé cómo la República y sus símbolos representan toda una serie de valores políticos. Sin duda se podría hacer algo parecido con los símbolos de la derecha, pues es fácil saber qué ideas hay detrás de quien sale a manifestarse “en defensa de la familia” con banderas rojigualdas. Pero probablemente haya mucho más en esos símbolos que diferencias políticas. En todas las naciones hay pluralidad, sin que ello suponga merma en sus valores dominantes: así, es posible que, aunque uno de los pilares de la españa rojigualda sea el catolicismo, tres de sus actuales líderes mediáticos no sean católicos (el gran Fede, Moa y Vidal), pero emitan sus discursos desde la emisora católica. No es incoherente, pues hoy la Iglesia católica en España no es una institución religiosa, sino un elemento aglutinador de una nación que sigue luchando contra otra: por ello hablan de la anti-españa, señalando a quienes llevamos una bandera española (como la que preside este blog) a todas las manifestaciones. Lo incoherente sería que los presentadores de la Cope fueran católicos de izquierda, nacionalistas, antifranquistas…
Hay dos naciones, sí, pero no en pie de igualdad: la transición hizo que todos los privilegios económicos, ideológicos, educativos e institucionales los ostente la nación rojigualda, lo que ha hecho que la España republicana empezara a alardear de sus símbolos casi setenta años después de que fueran ilegalizados y, sin duda, como respuesta a la explosión del patriotismo nacional. Dos naciones, sí, pero no iguales: ni por legitimidad ni por el trato recibido.