Tras haber hecho balance de situación un mes después del atentado del 30 de diciembre de 2006 (no fue el 30 de enero de 2007, ayer, como erróneamente dice la página web de la AVT-PP) es hora de ponernos a pensar cómo encarar el futuro en el tema vasco. Dado que nos es prácticamente imposible radiografiar el presente, pues su señal más notable son los silencios y las ambigüedades, tenemos prácticamente carta blanca para imaginar el futuro. Hay muchos futuros posibles, desde una vuelta a los terribles goteos de asesinatos como los que sucedieron al fin de la tregua de 1998-99 hasta el relanzamiento del proceso de paz sobre unas bases renovadas. Pero si una cosa tenemos que aprender todos es que el futuro no va a caer por su propio peso.
Fuimos demasiados quienes, creyendo que era impensable que ETA volviera a las andadas y que la propia cerrazón ultra de la derecha española forzaría a ETA a la máxima flexibilidad negociadora, nos situamos como meros espectadores de un proceso cuyas dificultades serían sorteadas como por arte de magia. Pocos partidos apostaron valientemente por aceptar ciertas renuncias. Todos dimos por hecho una serie de eslóganes (ETA está sola en Europa, el terrorismo religioso deslegitima aún más a ETA, ETA está más débil que nunca,…) que por sí mismos iban a llevar el proceso al éxito pues no había alternativa.
Mientras quienes se oponían a este proceso de paz tomaban las calles, la mayoría de la sociedad, que apoyábamos el proceso, nos quedamos en casa pensando que nuestro papel era el de meros espectadores. Se creó un clima en el que, pese a las encuestas, parecía que toda la sociedad española estaba en contra del proceso de paz. No sabemos si eso debilitó la capacidad negociadora de Zapatero o si fortaleció la rigidez de posiciones en la que se mantuvo durante todo 2006; lo cierto es que la sociedad civil no supo impulsar el proceso de paz mostrando que, ni la calle es de ellos, ni los ciudadanos somos convidados de piedra: de hecho la primera manifestación que devino en un apoyo al proceso de paz fue la del 13 de enero, sin duda demasiado tarde.
Durante años ha habido en Madrid estructuras que, por pequeñas que fueran, podrían haber sido el embrión de la aportación madrileña a la paz. Con motivo de la tregua de septiembre de 1998 se creó el Foro de Madrid, cuyo objetivo era favorecer tal proceso. También Elkarri tuvo organización en Madrid. Ninguna de las dos estructuras tuvo una visibilidad suficiente: al fin y al cabo su existencia no coincidió con un proceso de paz al que se opusiera ningún partido político ni ninguna asociación de víctimas. Pero ahora esas asociaciones ni existen.
Lo que hagan los partidos no lo podemos saber los ciudadanos; pero lo que hagamos los ciudadanos sí es decisión nuestra. No sabemos cuándo habrá otra ocasión, pero no nos puede pillar en las mismas condiciones que en 2006. Tendremos que haber aprendido de nuestros errores. Por eso sería buena idea que empiecen a surgir foros al sur del Ebro que fomenten una situación de diálogo para la paz . La idea es vaga, pero creo que muy necesaria. ¿Qué opináis?