Durante toda una semana anduvieron todos los medios de comunicación preparando una noche caliente en Alcorcón. Por si algún joven cretino no recibía el pásalo de rigor, en todos los telediarios apareció la convocatoria para el sábado pasado. Es bien sabido que a un porcentaje de la población no menor le da igual lo que le pidan que haga: si hacerlo le permite aparecer en televisión, lo hará sin rechistar. Así, cada vez que hay un suceso luctuoso, aparece algún vecino del muerto de turno llorando ante la cámara contando que no conocía a la víctima pero que es una desgracia enorme. Un amigo que trabajaba en un talk show me contó las estrategias de una presentadora que presume de no ser de esas, que hacía todo lo posible por conseguir hacer llorar a los entrevistados para, en cuanto asomaran las lágrimas, sentarse junto a su víctima, muy compungida y consolarla con toda la humanidad de la que era capaz.
Algo así han hecho los medios de comunicación (si ha habido alguna excepción la desconozco, aunque es cierto que los medios escritos han puesto menos empeño en su objetivo): han hecho todo lo posible para que los mil o dos mil jóvenes más manipulables de la Comunidad de Madrid acudieran a Alcorcón a armarla. Así, tenían garantizadas las imágenes espectaculares de la semana (no sabían que iba a nevar en Almería) y luego podían hacer unas bellas reflexiones del tipo ‘¿Qué le pasa a nuestra juventud?’, ‘¿Tenemos un problema de racismo?’ ‘¿No es extraño que no surja un partido de extrema derecha habiendo latinoamericanos violentos y españoles enfadados?’, a las que se añaden los monólogos miserables de uno de los hombres que escribían demasiado.
En algún programa de noticias vi que entrevistaban a un chaval y le preguntaban por qué se manifestaba: el chico se quedó en blanco y un amigo suyo más despierto (y con madera de tertuliano) le sopló ‘Por Alcorcón’ y en menos de un segundo el entrevistado asumió muy convencido su discurso ‘Por Alcorcón’, dijo mirando a cámara poniendo su perfil bueno. No, chaval, daban ganas de decirle, tú te manifiestas porque te lo han dicho en la tele: no pasa nada, pero es así, no nos engañes. En otro medio (esta vez era la radio) lo dijeron claramente: ‘Probablemente esto no hubiera durado tanto si no hubiera tanta presencia de medios de comunicación’.
La noticia del sábado en Alcorcón no fue ningún conflicto interétnico (que parece el oscuro objeto de deseo de algunos medios de comunicación aquí como en Francia), sino una escenificación del poder de la prensa para moldear conductas; y de su hipocresía a la hora de criticar esas conductas.