Comparece Otegi y nos dice cuatro cosas, básicamente:

1ª Que se solidariza con las víctimas y el desaparecido (en este momento estoy oyendo que hay una segunda desaparecida) esperando que no les suceda nada;
2ª Que no da por roto el proceso;
3ª Que esta bomba no nos retrotrae al 23 de marzo; y
4ª Que el Gobierno español no ha dado ni un paso ni ha hecho un sólo gesto en estos nueve meses.

La primera recuerda al conductor borracho que desea que a sus atropellados no les pase nada, pero sin reconocer el grave error de conducir borracho. Si Otegi no tiene capacidad de criticar el atentado, que nos ahorre la mofa de preocuparse por sus potenciales víctimas. ¡Tantas veces hemos criticado el recurso retórico a los daños colaterales!
En la cuarta en cambio, le podemos dar una cierta razón: el Gobierno ha hecho muy poquito, pero si ello merece críticas, la respuesta dada por ETA es absurda, un pésimo indicio y, para los fines que dicen defender, absolutamente contraproducente. Y, si ha habido víctimas, como podría haber sucedido, un desastre humano cuyos causantes se degradan hasta lo indecible.
La segunda y la tercera necesitan una interpretación conjunta. Deseo fervientemente que el proceso no se rompa: ello exigiría del Gobierno de Zapatero una valentía de la que no ha dado muestras hasta ahora. Pero tendrá que reconocer Otegi que la bomba de hoy es la mejor forma de poner una dura prueba muy difícil de superar al proceso: si lo que se pretende es que el proceso siga, no es ésta la mejor manera de conseguirlo, desde luego. En cuanto a que la bomba no nos retrotrae al 23 de marzo se equivoca absolutamente: sí lo hace, salvo que alguien se desmarque del atentado. En caso contrario, el alto el fuego ha sido roto por ETA y, sólo queda esperar que alguien se ponga, como el 21 de marzo, a trabajar para conseguir un nuevo alto el fuego (declarado o de hecho, pero sería nuevo, el anterior se ha roto hoy). Y es que el proceso no es sólo el alto el fuego. Éste es la más clara manifestación del proceso de paz, pero se concretó tras meses de trabajo de los gobiernos español y vasco y de los partidos políticos salvo el PP (de cuya absoluta irrelevancia son hoy conscientes, contra los augurios de un protagonismo si se rompía el alto el fuego). A ese momento volvemos hoy en la mejor de las situaciones.

Pero no nos engañemos: la situación pone a los agentes políticos contra las cuerdas y, es muy posible que lo que haya volado por los aires no sea sólo la T4. Se mire como se mire, es un día desastroso que nadie tenía derecho a provocar.

El alto el fuego ha muerto; ojalá el proceso no.