Decíamos ayer, por supuesto, con bastante coña, que todas las víctimas del terrorismo son, según enseñan los catecismos, iguales. Esta última semana hemos tenido en Madrid dos pruebas evidentes:
La Comunidad de Madrid ha repartido cientos de miles de euros entre dos asociaciones relacionadas con el 11-M (AVT y la esperanzadora Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M) a través de acuerdos sobre supuestos proyectos concretos que no han sido publicitados; queda excluida de toda subvención de la Comunidad donde se produjo la matanza la asociación que más víctimas representa, la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo. Podemos suponer que tales acuerdos se fraguaron en las concentraciones de los camisas negras en las que se defiende la teoría de la conspiración, pues en ese ámbito coinciden las dos asociaciones financiadas y el partido de doña Esperanza, y no la Asociación 11-M. No todas las víctimas son iguales: están las que publicitan nuestras historietas y merecen la pasta de todos los contribuyentes (historietósofos o no), y las que simplemente defienden a las víctimas de que se use la imagen de sus familiares para fines partidistas, que merecen insultos y calumnias, pero desde luego, ni un duro.
En los últimos juicios a etarras ha sido una constante la presencia de manifestantes de la derecha más dura para que esté más presente que nunca el dolor sufrido por algunos y se haga más duro aceptar la negociación que, en su caso, permita la paz. Pero hete aquí que hay el juicio contra los que atentaron contra Eduardo Madina y ningún alcaraz se presenta a decir esta boca es mía. O bien el criterio usado es que hay víctimas buenas y malas o que hay juicios políticamente aprovechables y otros que no lo son.
En todo caso tenemos claro que no todas las víctimas son iguales: hay que defender la memoria de unas y silenciar a otras.